lunes, 29 de abril de 2013

La noche que aullaste de placer



Lo cierto es que lugar paraba lleno. Cada vez que intentábamos entrar, estaba atiborrado de gente, todos ellos caseritos del lugar y que se rendían a uno de los placeres más mortales que existe. Recuerdo incluso la primera vez que, con engaños y atajos cómplices, acabamos en la puerta de aquel oscuro y caluroso sitio donde los amateurs no tenían vergüenza y los expertos se lucían, me saliste con estas coquetas palabras.

-¿Qué es esto? ¿A dónde me has traído? -dijiste tapándote los ojos.

-Ven. En este lugar podremos ser tú y yo. Liberarnos -dije tomándote de las mejillas.

-Me da no sé qué Dante. Es mi primera vez en este tipo de sitios -dijiste, te sonrojaste.

-¿En serio? ¡Vamos, me muero por entrar contigo!

-Sí. ¿Tú ya has entrado antes a... esto? ¡Ay, no quiero!

-Ven. Estás conmigo. Te va a a gustar -dije.

Bajamos las escaleras de lo que se parecía a un sótano. Un señor moreno nos dio la bienvenida. Al fin, habíamos entrado. Mi corazón se aceleraba. El tuyo también. Estábamos excitados. Eso sí, necesitaste un poco de alcohol para desinhibirte, desnudar tu alma, gritar sin trabas ni complejos...

La noche en que nos enfrentamos a los integrantes de 'Rojo, Fama, Contrafama'

Efectivamente, esa noche en el karaoke fue espléndida. Con el pasar del tiempo, hicimos de ese recoveco el nuestro. Nos gusta cantar en el fondo. Hasta tenemos nuestras canciones 'Prófugos' de Soda Stéreo, nuestro himno en los tiempos en los que nos escondíamos en el trabajo. 'No me ames' de Marc Anthony y J-Lo, canción que nos sale hermosa y que no significa nada, solamente que está bien hecha para corear a dúo. Además de 'Fotografía' de Juanes y Nelly Furtado y 'Nada fue un error' de Julieta Venegas y el taciturno y coloca-fotos-de-su-novia-calata-en-Twitter Andrés Calamaro. El día que cumplimos un mes más de feliz enamoramiento, luego de beber unos margaritos, nos mudamos al karaoke. Era miércoles y no había nadie. Al fin. No nos pelearíamos por buscar sitio.

No pude más. Estaba feliz. Quise hacer lo prohibido, lo que siempre había deseado, lo que hasta entonces había sido tabú, pues no quería profanar la armonía celestial con mi descaro aventurero. ¡Al carajo! Cantaría: 'The time is running out' de Muse, la única canción de esa banda disponible en dicho karaoke. Oh Dios, si hubiera figurado 'Space Dementia' hubiera llegado al clímax precozmente al primer alarido. Acabé con la garganta pidiendo más. El moreno de la puerta aplaudió mi performance y todos le siguieron.

-¡Ay mi amorcito cantó Museeee! ¡Ya puedes morir en paz!!!! -dijiste.

-No, no. Aguanta allí. Moriré en paz cuando vaya a verlos en concierto -dije sacudiéndome la muerte.

Esa noche nos lucimos. Era nuestro mes. Hasta competimos vocalmente con un cuarteto que se creían Tenores. Uno de ellos era 'El Enternado', podía desplazarse por el lugar como si fuera su escenario y sentarse junto a chicas incautas, para hacer trios, cuartetos, quintetos. Promiscuo, el hombre. Otros dos, estaban en la barra. Vestían sport y cantaban las de 'José José', ambos.

-Ay, pero mira estos huevones... Tan agorilados y cantan de a dos las del 'Príncipe'.

-Sí, mi amor. A ti te sale de la puta madre 'Almohada' -dijiste, mi France. Podrás ser ciega, pero no sorda.

Luego llegó un flaco, con barros en la cara, que tapaba su desfigurado rostro con una gorra de pandillero. También conocía a los Tenores. Cuando cantamos 'Prófugos' para despedirnos del lugar y tirar los micros como rockstars, él nos miró con recelo.

Así creemos que nos vemos cuando cantamos. Las anatomías y curvas sí se asemejan con la realidad


Ya, ya viene el enfrentamiento. No es mentira...
Volvimos el sábado. El moreno nos vio, y por primera vez, fue adentro y nos buscó un sitio. ¡Para colmo, arrimó a los Tenores para darnos campo, que también estaban presentes! ¡Cómo cambiaste pelono!, gracias por dejarnos pasar! Ya éramos parte del mundo VIP del lugar, very important performers. Pero algo sucedió. A nuestro lado, un grupo de adolescentes malcriados, pedía el micro sin cesar, estaban borrachos, y para colmo, ordenaban diez canciones para su mesa, y nosotros, dos apenas, teníamos derecho a una. Estaban celebrando el cumpleaños de Daniel, un chibolo que había sido concursante de 'Rojo, Fama, Contrafama', él y otro tipo al que no no podía ver, rajaban de Steph Chaparro, otra concursante.

Daniel cantó 'Prófugos'. ¡Su voz popera quería entonar una de Ceratiii!!!! Era un crimen. Pero tú, amor, lo viste como una ofensa...

-Dante... ¡Dime que eso no es cierto! ¡Dime que ese hijo de... su madre no está cantando nuestra canción!

-Este... Sí, es nuestra canción...

-Sácame de acá... Rápido... Quiero un pucho -dijiste y te saqué. Te apoyaste en mi hombro. Un poco herida.

Al volver, reconocí al ajedrecista de esa perruna jugada: Se trataba de Johnny, otro concursante, y que era el tipo de gorra que nos había mirado con envidia el miércoles. Cuando cantábamos silenciaba a su mesa, mientras que ellos todos los micros se los daban a Daniel. Para colmo de males, cuando quisimos atacarlos con 'No me ames', tu micro se malogró y tuvimos que esperar minutos tensos para cantar. Felizmente 'Kalimba' (un desconocido a quien queremos emparejar con Charlie) abogó por nosotros. Y nadie nos aplaudía amor. Nadie. ¡Sólo a ellos!

-Dante. No puedo más con esta situación -dijiste- tengo un plan: Ves a ese gordo que está allí. Canta como Tito Nieves o... Gilberto Santa Rosa... o ... Bueno, canta como uno de esos obesos salseros... A mi señal... Ya sabes lo que tenemos que hacer...

-Pero, France... Acá se canta... No se baila.

-¡Pero importa un bledo! ¡Esa pista es nuestraaaaaa!

Cuando Gilberto Nieves cogió el micro, salimos a la pista. La lustramos. Te di las vueltas que reclama tu cuerpo. 'Kalimba' también bailó pero, luego se retiró del duelo. Daniel, Johnny, sus groupies, nos admiraban. Tomaban trago para pasar la desazón. Las mozas del karaoke nos tomaban fotos. ¡Carajo, que nos den una copa! Ay mi France, por qué seremos tan competidores.

Dante

jueves, 25 de abril de 2013

Te conozco








Trabajamos juntos y esa es la razón por la que muchas veces nos vemos más de diez horas seguidas. Compartimos almuerzos, cenas y antojitos juntos, nos regresamos juntos a nuestras casas y vamos a reuniones o eventos juntos. La convivencia ha llegado a tan altos niveles que reconozco por la forma en que caminas, por tu estado de ánimo y por tu tono de voz lo que estás pensando. Sé cuando estás de mal humor y tu cara se va transformando en la de Hulk y cuando te miras al espejo con cara de “soy un papi”. Conozco tus hábitos extraños como echarte bloqueador escuchando Las Cuatro Estaciones de Vivaldi y leer en el baño el último libro de Woody Allen. Sé que te quedas callado cuando estás molesto y conozco las clásicas frases: “Ya, basta, ay mi Dios”.

La cantidad de horas que pasamos juntos ha permitido que aprenda a querer esa manía que tienes de comerte las uñas, esa tos que te da por alergia y tu delicado estómago que se enferma por lo menos una vez al mes. Sé perfectamente  todo los detalles  que algunos dicen que  solo se conocen en el matrimonio. Te gusta el jugo de plátano con papaya, solo comes mayonesa, odias un poco el queso, un poco más que el chifa. Te levantas a las ocho de la mañana normalmente y cuando te acuestas te tapas con la frazada hasta la nariz. "Así duermo", respondes ante mi cara de sorpresa. 

 ¿No se aburren? Preguntan algunos. La respuesta es no, tanto que cuando dejamos de vernos un día nos extrañamos.

La cantidad de tiempo que pasamos  nos ha llevado a asumir los defectos de cada uno. Tú soportas mi mal humor, mis engreimientos, mis desórdenes alimenticios y mi organización. Has sido partícipe de miles de vergüenzas: mis cantos en el karaoke, caídas bajando las escaleras y mis borracheras en cocteles fashionistas.  Gracias por siempre tomarlo como anécdotas. Conozco muy bien esa habilidad para renegar por todo. "Amor, ¿por qué ha salido el sol? " “Porque quiere tomar aire” y esas bromas que me sacan de quicio de un momento a otro a las que ahora les hago caso omiso por salud mental. La complicidad se ha multiplicado al punto que ahora hacemos travesuras juntos como sonreír en las fotos de otras personas (oh, el photobombing) pero eso sí jamás te voy apoyar cuando te quedas mirando con cara de cobrador de combi a otra chica. Me preguntan si alguna vez nos aburriremos de esto, yo respondo que no. Ya nos hubieramos aburrido al mes de esto.

Francesca


martes, 23 de abril de 2013

Prohibido: Romances en la oficina


Cuando Francesca llegó a nuestra empresa, los miembros antiguos apostamos cuánto duraría soportando esta maldita chamba. Yo le aposté a los tres meses (no me miren mal. Otros le daban semanas), pues sus sucesoras habían sido humilladas por nuestra jefa, una mujer llamada 'La Jodida' que nos teledirige desde Colombia o Madrid, dependiendo de donde esté su amante de turno. "La Jodida viene", anunció nuestro jefe en Lima. "¿Qué pasará cuando vea a Francesca? ¿Le bajará el dedo?", preguntaron algunos. "No quiero ver ese crimen", se taparon los ojos otros. V había renunciado pues estuvo a punto de suicidarse por estrés laboral. G había sido expectorada cuando se descubrió que era amiga de años del jefe limeño. Una encuesta en la oficina determinó que las mujeres de la empresa preferían tener un jefe hombre en lugar de una mujer. No es sexismo. Ni siquiera las mujeres soportan a una mandona en plena menopausia. Cuando 'La Jodida' llegó, vio a Francesca y se enamoró de ella. O Francesca enamoró a 'La Jodida'. Yo también soy recontra jodido. No tengo el apodo, pero lo soy. Francesca también me enamoró a mí.

"France", ¿me puedes ayudar a conseguir el número de la Condesa Potocka? -le pregunté durante la visita de 'La Jodida'. Ella accedió.

Después de esa petición, la jefa la llamó al Trono De Hierro. "France, he visto que has ayudado a Dante. No lo hagas, please. Deja que él mismo haga sus cosas", le dijo. France no supo qué decir. Ella me iba a buscar el número no como novia, sino como compañera de trabajo. La mandona puso más en tensión a mi amada con estas líneas:

"¿Tienes novio?" -preguntó. Nadie sabía que estábamos. No queríamos convertir la oficina en un circo anunciando nuestra relación.

"No", dijo ella con temor.

"Mejor. Estás joven. Dedícate a tu trabajo. No pierdas tiempo en hombres. Y no te involucres con gente de tu centro de labores. Búscate un mejor... postor", dijo 'La Jodida'.

Desde entonces Francesca temió por su vida.

Semanas después pusieron cámaras de seguridad. Mi novia, que se cree una protagonista de novela, pensó que habían ordenado aquello para vigilarnos a los dos. En la oficina apenas nos mirábamos. Pero yo siempre juego con fuego. Busqué ángulos en los cuales las cámaras en los cuales no podrían captarnos para robarle un pico, para morderle el cuello, para que mi lengua palomillee en el laberinto de su oreja. Ella tiritaba cada vez que hacía eso.

"He descubierto que las cámaras no llegan a apuntar a las puerta de los baños. Encerrémonos allí un momento. Aprovechemos que no hay nadie", propuse ardiente.

"¡Ayyyyy Diossss! ¡Estás loco!", dijo ella y me quitaba las manos de encima.

A una cuadra de nuestra oficina existe un hotel. Un día ardiente le dije a Francesca acabar en ese lugar. Ella se negó. "¿Y si alguien nos ve salir?", decía. Es más, ella se había prohibido a darme la mano en los alrededores de la oficina. Pero luego se descuidaba cuando llegábamos a la Javier Prado para tomar nuestro carro. Sí, apenas llegábamos a la Javicho, ella tomaba mi mano, demandaba besos en plena avenida, en el paradero de Navarrete. Sin querer, una empleada de finanzas que también esperaba su carro allí nos vio. "Maldita sea. Nos han descubierto", dijo ella al darse cuenta y pidió bordear el lugar y tomar cualquier carro. Cuando lo hicimos, ¡estábamos en el mismo transporte que la mujer de finanzas más conocida como Edna Moda por su encasquetado peinado muy parecido a la cabeza de Darth Vader. "Es el finnnnn", gritó ella.

La mujer nunca habló. Quizá sí lo hizo, porque tiene pinta de soplona, pero su jefa directa, ahora lo sabemos, le pudo haber dicho esto: "¿Y a ti qué te importa? Son jóvenes", lo que equivale a búscate un marido y deja de meterte en relaciones juveniles.

Francesca se relajó con el tiempo. Cuando salíamos a la sala de fumadores de la oficina, se atrevía a darme besos y poner sus manos en zonas tántricas.

La gente de la oficina ya sabe de nuestro amor. Se callan. No dicen nada. Nos ven y cierran los ojos. Todos parecen ser cómplices. Al único que le molesta a veces es a Charlie (ya lo mencionamos, fantasea con el amor, el príncipe azul que llegará a su vida y no soporta presenciar besos heterosexuales en su cara), pero cuando está con tragos nos abraza y dice: ¡Qué lindos se les ve, carajo!

Hace poco nos arriesgamos. Fuimos al hotel a un metro de la oficina. Hicimos cálculos. Nuestra entrada a las 9:30 de la mañana. Nos encontramos en punto estratégico a las 8:00 y arribamos al hotel. "Ven por tu mañanero", dijo ella. Dejamos las cortinas abiertas para que el sol nos iluminara parcialmente y otras veces quedar en la sombra. "Es la primera vez que llegaré feliz a trabajar", dijo. Dejamos el hotel, la llave de nuestro cuarto y prometimos volver. A la una, cuando la hora del almuerzo llegó, no comimos nada. Salimos y compramos snacks, galletas nutritivas y gatorades. Eso nos mantendría en pie mientras nos revolcábamos en nuestra cama. De pronto nos aburrimos de la cama y nos paramos para hacerlo parados en una pared; ella eligió la ventana polarizada. Ver Lima la excitó más, ver el edificio donde estaba la oficina aún más. Sus piernas temblaban. Sus manos ya no sabían que hacer, trataban de arañarme hasta encontrar el centro de mi ser. Terminado el almuerzo, ella se miró al espejo: "Tengo cara de cache", dijo. Dejamos la llave de nuestro cuarto una ve más.

"Se retiran", dijo la recepcionista.

"No", dijimos los dos.

Dante

viernes, 19 de abril de 2013

Sombra del ayer




Todo comienza cuando un chico y una chica son amigos y bajo ese status se cuentan todo. Lo que piensa del imbécil de su ex, lo que le jodió de la perra que lo dejó,  los naturales miedos en una relación y por supuesto lo que extrañan de esa persona que marcó su vida en el pasado. “Con ella siempre peleábamos, no se era rara. Me hizo daño”, decías cuando entre nosotros solo había una complicidad amical. Los comentarios de nuestros ex quedaban en el olvido o mejor dicho en alguna parte de nuestra memoria, sin rencor, sin resentimientos, sin nada qué reclamar. No pasaba nada.

Efectivamente no pasaba nada hasta que comenzaron las salidas y la figura de tu ex pasó de ser una simple anécdota a un tormento. Los besos y la frecuencia de nuestros encuentros aumentaban con el paso de los días y de tan solo escuchar los comentarios de esa época: “La diferencia entre tú y ella….” , “Con esa huevona no la pasaba tan genial…” me producía solo una cosa: vómitos. Primero: no me interesaba en lo más mínimo mis diferencias con tu ex. Segundo: Para mí esa chica era el plato de segunda mesa, las ensaladas en una fuente grasosa, es decir, lo que sobraba. Tercero: Ni siquiera tenía idea de la cara de esa mujer que mencionabas a cada rato.

Una noche de un viernes en el bar La Calesa de San Isidro salimos a fumar un cigarro a la puerta del establecimiento. Las estrellas iluminaban el cielo, tus manos recorrían mi cintura, me miraste con una ternura inigualable y dijiste: “Tú eres diferente a ella, contigo la paso genial”. Ese momento que parecía un extracto de la película Titanic se cagó, la cagaste. Motivada por los cinco pisco sours que me tomé anteriormente solo atiné a decirte en la cara y a gritos:  “Me llega al pincho que me compares con tu ex”.  A pesar de que sentí varias miradas de asombro ( incluida la del pobre portero del bar) me sentí aliviada. Lo dije, me molestaba, me irritaba cualquier anécdota, situación o frase referente a tu ex.

 “France, no es que te compare sino que es el referente más cercano de amor que tiene”, me decían mis amigas con la única finalidad de calmarme. ¿Referente más cercano? ¿Qué soy yo su último juego de play station? Ok, todos comparamos pero ¿por qué fuiste tan inteligente en la parte emocional y te tragaste cada una de tus comparaciones? Eran las preguntas que me hacía una y otra vez. Lo peor era que yo no sabía, ni sé siquiera la cara de esa mujercita (no sé si es mejor o peor).

Lo único que sé es que vive en una calle miraflorina en la que tenías pavor caminar. Solo sabía que sus sitios predilectos eran los centros comerciales frente al mar, esos en los cuales al pisarlos al principio de la relación te daban claustrofobia y ataques de tos. “Amor por acá no, mejor por allá” mientras te limpiabas el sudor de la frente y temblabas de frío y tomabas aire para aplacar tu agitación. Mirafloresfobia, le decías. Cojudeces. Mi única referencia era tu miedo al encontrarte con ella. “ Nunca te diré quién es” me dijiste un día en otra de nuestras clásicas peleas por ella. Nunca lo hiciste. Solo sé su nombre que desgraciadamente se te escapó en una conversación. Pero para mí se llama Sobra. Para mí se llama Sombra.

Creo que el momento donde me sentí más tranquila y terminé con esa sombra tormentosa de tu querida siempre adorada y mil veces recordada EX fue cuando caminamos por un parque de Miraflores y me dijiste: “Ya podemos caminar por acá, ya estoy bien, todo ya pasó”, te miré y no quise preguntar al respecto sabía perfectamente a lo que te referías. Aunque pasé más de una hora preguntándome a mi misma si en verdad la habías olvidado asumí que sí. Quizás más adelante nos la encontremos y tal vez mi ira desaparezca  al verle la cara. Seré parte de la típica charla de dos personas que han compartido un amor: “¿Qué tal, cómo andas? Qué bien, yo también, pásala lindo”, responderé algunas, le lanzaré feas miradas y sonreiré con esa hipocresía que solo existe entre dos mujeres. Lo que pasó, pasó. 

France.

martes, 16 de abril de 2013

Con las manos en la musa




Breve preámbulo: 31 de diciembre de 2013.


Oh sí, el Apocalipsis había llegado, con su lindo sol. Francesca y yo llegamos a Punta Hermosa para presenciar en cambio de año y ser parte del ritual cíclico que anuncia la renovación de la humanidad. Planeamos celebrar con champán en una edificación pachanguera llamada 'Dragón', donde tocaría Bareto. Ya estábamos en la lista de invitados premium que pasan con sólo decir hola, pero un gorila nos  botó del lugar al vernos tan cancheros. El conteo regresivo que anunciaba el año nuevo, lo vivimos entonces en plena carretera abrazados y medianamente empichandos por no haber podido ingresar (sin llegar al reciente lloriqueo cojudo de una blogger que no pudo entrar a la fiesta de Vogue... paradójicamente nosotros sí lo hicimos, pero no quiero sacarle pica a nadie). Cuando dieron las doce, los fuegos artificiales coloreaban nuestro beso y no hubo recibimiento de año nuevo más feliz que ese.

Regresamos felices a nuestro hotel, y cuando la dulce dueña nos vio solos y lejos de la fiesta a la que supuestamente íbamos a tomar hasta morir, se sentó con nosotros y me aceptó un vaso de cerveza. Le relatamos nuestro romance como si ambos fuéramos Homero, o sea, Francesca contaba La Odisea y yo La Iliada, y la señora nos amó por siempre.

"Chicos. Yo los veo felices. Cuando veo parejas los recibo con honores. Lo que no me gusta es cuando, por ejemplo alguien viene solo y luego regresa con una o dos chicas. O sea, no puedo permitir que vengan con personas que no están alojadas en el hotel", dijo la dueña.

"Ay, pero señora, ¿qué problema tiene? Pobres muchachos. ¿No me diga que se ha botado chicas en pleno cachascán?", dije yo.

"Por supuesto que sí", dijo ella. Yo interpreté entonces que fornicar era lícito allí siempre y cuando sea con la firme.

"Señora y si yo vengo la próxima semana con otra que no sea Francesca. ¿Me deja entrar?", mi novia me pateó debajo de la mesa.

"Ni de a vainas. Es más, mis empleados siempre me cuentan todo.", dijo la edulcorante tía.

Tribulaciones de un sábado de gloria

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaleluyaaaaaaaaaaaaaaaa! Oh, yesssssssss! Luego de tres semanas de cuaresma sexual, al fin íbamos a comer carne. Volvimos pues a Punta Hermosa para pasar la Semana Santa y romper de una vez por todas el castigo impuesto por el virus del papiloma humano. Para el viaje me había olvidado de mi cepillo de dientes y pasta dental, pero de condones no.

Volvimos pues al hotel que nos recibió para año nuevo. La señora nos abrazó como si fuéramos sus hijos. Llegamos al mediodía, algo temprano pues el check in era a las dos de la tarde.

"Muchachos. Ocuparán la 304. Miren, ustedes ya son de la casa. Así que no esperaremos al check in. Dejen sus cosas allí y se van a comer a la playa. Faltan tender las camas", dijo nuestra dulce amiga.

"Señora, mil gracias por la deferencia", dijo mi amorcito.

Cuando llegamos a nuestra habitación nos sorprendimos. Era un cuarto grupal. Tenía un camarote y una cama central. Nosotros esperábamos algo más chico.

"Aquí está muchachos", dijo ella.

"Señora, oh, my Gosh, no se hubiera molestado en darnos una suite", dije con jodiente humor.

"Yo les dije que les conseguiría cualquier espacio disponible y acá está. Cumplo mi palabra", dijo la señora. "A todos esto. ¿Qué tal el jueves y viernes santo?".

"Ahí. Tranquilos", dijo Francesca.

"Ah yaaaa. Entonces hoy vienen a pecar", dijo la señora y se fue.

Cerré la puerta con seguro para que acomodarnos. Francesca quería ponerse incluso su bikini, así que era mejor tener la puerta cerrada, pese a que todavía no éramos inquilinos formalmente, ni la llave del lugar teníamos. Mientras ella se desnudaba no puede aguantar y me abalancé sobre ella. Invadimos la cama baja del camarote, pues la cama central estaba sin tender. Me quité la ropa desesperado. Ambos quedamos sólo con nuestras ropas interiores húmedas. Cuando me disponía a probar sus pezones y succionar algún néctar imaginario, una fiera trató de abrir la puerta.

"Está ocupadooooo", grité, suponiendo que se trataba de la muchacha que limpia los cuartos.

Ella hizo caso y abrió la puerta con la fuerza de un titán. Francesca se cubrió los pechos o quizá no, a ella le gusta que la vean como la maja desnuda. Yo me tapé la cara. La chica pegó un grito, hizo reverencias casi japonesas y nos volvió a cerrar la puerta. Nuestra calentura murió. Me fui al baño y logré oír a la chica riéndose pero tapándose la boca para hacerlo. Su otra compañera le preguntaba: "¿Qué pasó? Tienes cara de haber visto a  Cristo calato". "No, tarada. Estaban tirandooooo".

Nos vestimos. Francesca se puso lentes de sol aunque todavía no había salido del edificio. Nos taladraba la advertencia de la señora: "Mis empleados me cuentan todo". ¿Que diría nuestra gentil anfitriona? Habíamos abusado de su confianza, en su cordialidad y pretendimos echarnos un polvo en un cuarto que ella nos entregó por adelantado con buena fe.

Los empleados hacían bromas con nosotros. Eso creemos hasta ahora, pues cada vez que nos acercábamos al mostrador a pedir algo, se reían. Hasta creo que la joven que nos ampayó tenía miedo de rozar con mi mano cochina cuando me alcanzaba un billete.

La dueña nunca nos dijo nada. Quizá porque sus chicos no vieron nada anormal o algo que la señora no permitía. Ella ya nos había dado permiso para pecar. Y así lo hicimos toda la noche. Que la joven abriera la puerta esa mañana, había despertado en nosotros sed animal.

D.




viernes, 12 de abril de 2013

Castigada



Era un sábado en la noche en bar miraflorino. El mozo iba y venía con cervezas para mi mesa. Dante estaba tan guapo que solo atinaba a mirarlo con cara de lujuria.

Dante: Tengo algo que decirte.

Yo: ¿Qué pasa amor?

Dante: Me ha salido un punto blanco en el glande, dice el doctor que es una verruga genital.

En ese momento toda la magia desapareció. ¿Verruga genital?, me pregunté a mi misma. “Si él la tiene, también yo la tengo”. ¿Si nunca más puedo tener hijos?, ¿si me tienen que operar?

Si hay un día más estresante para un mujer es aquel en el que tiene que visitar al ginecologo. Sí, esa misma consulta en que tienes que abrir tus piernas frente a un hombre que no es tu novio. Para colmo, tienes que aguantar que entre a tu vagina no un falo sino una pinza gigante que no te excita sino que causa frío.

Doctor: Bueno señorita usted tiene candilomas en la vagina, algo muy frecuente en una persona sexualmente activa.

Yo: Pero...  ¿Voy a estar bien? ¿No me voy a morir ni nada?

Doctor: Ja, ja, ja. Para nada. Mira, echate este spray Glizigen dos veces al día. Si no te pasa te cauterizamos.

Yo: ¿Queeeeeeeé?  ¡Me quemarán la vagina! No doctor. No hay forrrmmaaaa.

Doctor: Tranquila lo haremos con anestesia vamos a ver como te va. Eso sí, no puedes tener relaciones una semana o dos.

“Cálmate puedes aguantarte una semana o dos”, me repetía con la única finalidad de mentalizarme. El solo hecho de pensar en Dante y no poder sentir sus manos grandes y frías en mi vagina me perturbaba. No había pasado un minuto y extrañaba que me toque.

Esas dos semanas que al final se convirtieron en tres porque me vino la regla y no pudo comprobar si ya se me habían quitado debido a las aguas del mar rojo, terminaron por volverme loca y obsesiva. No podia soportar la idea que después de un rico beso en el taxi las manos de Dante no terminen debajo de mi falda jugando solo como él sabe con mi clítoris. Me angustiaba que el lecho quede totalmente clausurado con cinta de policia donde no se permite entrar porque allí hubo un crimen. No me podia tocar, no podia sentir su pene dentro mío, no podíamos tirar tan rico, salvaje y con esos matices de ternura que terminan por ponerme con cara de idiota. Éramos como unos niños de doce años que salían de la manito; parecíamos un sacerdote con una monja. Adiós a encerrarnos en una discoteca miraflorina para tirar en el baño de hombres (sí, lo hicimos), bye bye las fantasías de Dante de disfrazarme de colegiala (tarea por hacer) y au revoir a buscar el hotel más cercano para pasar un buen rato (muy común en nosotros). Chau sexo. 

Mi deseo sexual se multiplicaba conforme pasaban los días. Cierto día almorzamos con Charlie, un amigo nuestro, en un chifa de la Aramburú. Este se fue al baño porque es solterón y no soporta ver a dos humanos dándose afecto. En su ausencia, le grité a mi novio mientras este sorbía sopa wantán: ¡¿Y si lo hacemos por atrás? (acción que nunca hemos ejecutado porque para mi ese hueco solo tiene una función: defecar). "Recuerda que me han cauterizado (A él sí lo quemaron) y mi glande está un poco inflamado. Colocarlo en el ano sería para ahorcarlo", dijo él con esa lógica que a veces me ilumina pero esa vez me apagó. Los lamentos eran muy seguidos y mi mal humor pan de cada día.

El jueves de la tercera semana fui al ginecologo de nuevo con estrés y ansiedad. Hice el mismo procedimiento de siempre: abri mis piernas y el médico se demoró una hora viendome la vagina.

Doctor: Bueno, ya no tienes nada. Solo echate el spray una semana más.

Yo: ¿Ya puedo tirar?

El doctor se rió y asentó la cabeza. Me sentí la mujer más feliz de la tierra que hasta sali saltando. ¡Hoy te hago mío! Me dije a mí misma con una sonrisa coqueta. Al fin pude sentir sus manos recorriendo mi cuerpo, su lengua por mis piernas, su pene dentro en mi vagina y en tan solo minutos tuve tres orgasmos en una tanda. 

Una noche tan excitante que al recordarla me dan ganas de llamarte otra vez y decirte que hoy no almuerces porque aquí estoy yo.

F.

martes, 9 de abril de 2013

Lobo, ¿qué estás haciendo?




Querida Francesca:

Tu alta capacidad para contar las cosas a tu favor me sorprende. Si sigues desarrollando esa habilidad, pronto llegarás a tener los poderes de un Jedi o llegarás a mover las aguas como Moises. Pero quiero suponer que tus omisiones en las historia (histeria) se deben sobre todo a un tema de tiempo-espacio, pues si mal no recuerdo redactaste el post a la volada antes de irte a un tablista, a uno de esos vagos pelucones y de gorra que tanto te gusta mirar en bares como 'La Botica' de Miraflores.

Oh sí, y justamente al lado de ese bar de Berlín, está el 'Jam Box', escenario de nuestro primer beso, testigo fue incluso de esa colisión de labios el calvo dueño, y que pena que los demás asistentes de ese lugar no nos aplaudieron ante el ósculo pornográfico que veían sus ojos, al menos las parejas presentes se habrán hervido cual teteras. Pero antes de ese febril beso, cuando todavía éramos patas (antes compañeros de trabajos, ¡cuántas etapas hemos vivido!) me relataste la historia de tu amigo El Gordito.

Mi amor, olvidaste contar que El Gordito se te mandó un día cuando tomaban chelas. Olvidaste contar que trato de darte un beso y que tu le pusiste cara de asco. Olvidaste contar que al Gordito se le paraba la pinga cuando te veía y tuviste que darle su tatequieto y dejarlo en la friendzone por los siglos de los siglos. Es obvio que entonces que cada vez que peleamos y vayas a contarle a tu amigo El Gordito nuestras discusiones, vea en él al pendenciero oportunista que mientras consuela a su querida amiga se soba a la vez con sus tetas. ¡Carajo! Ante estas circunstancias el celoso debería ser yo; pero como entiendo que al Gordito sólo recurres cuando tienes húmedos.... los ojos, no debería temer a una perfidia de tu parte.

Pero bueno, vamos a lo que te interesa. El día que me encontré con Lila apenas fuimos a tomar dos copas de vino, dos de whisky, y otra bebida extra. Hablamos de Madrid. Lila había entrado en depresión clínica pues sentía que sus objetivos no se podían cumplir en una ciudad al borde de la muerte y hasta contó la historia de un joven que se suicidó para poder dejarle dinero a sus herederos. Disculpa entonces si no te pedí que me acompañaras a verla, pues ella quería hablar conmigo de sus intimidades. Sé que eres carismática, que una sonrisa tuya basta para derretirme, y que tu charming también hubiera funcionado con Lila, así como los altos gerentes que te envían flores, las diseñadores que te mandan zapatos, los funcionarios que te envían champán o los hijos de puta que te invitan trago en un cóctel. Sé pues que te llevarán bien con Lila pero no era el día para presentarte ante mi mejor amiga.

Es más, estuve escribiéndote desde el BB todo el tiempo del encuentro.

-¿Con quién hablas? -dijo Lila, preocupada, jamás me había visto prendido a un celular.

-Con Francesca. Se enfureció porque vine a verte.

-¡Joder! ¡Qué celosa!

-Sí, se pasó de la raya. Me está preguntado dónde estoy. Me imagino que ya querrá leer que llegué a mi casa. ¡Ya sé! Le voy a poner que estoy cogiendo rico contigo y que has traído juguetes extraños de Madrid.

-¡Por Dios, ni se te ocurra poner eso que la vas a hacer estallar!

-Ya. Ya. Está bien. Al menos déjame ponerle que me has regalado un condón repartido por el organismo de sanidad de Madrid con sabor a Frambuesa. Eso le va a gustar. (Esto verdad, pronto estrenaremos dicho jebe)

Así como los actores agradecen con palabras ceremoniosas cuando reciben un Oscar, yo debo agradecer a mi querida Lila por haber frenado mi humor negro, pues un sólo mensajito burlón que describiera que estaba fornicando ficticiamente con Lila, hubiera desencadenado que el Goku que llevas dentro se convirtiera en Super Saiyan.

-¡Ay, Dante! Yo estaba esperando nomás ese tipo de comentario para mandarte a la mierda. Tienes una buena amiga y felizmente te hizo recapacitar. ¡Sino ya estarías muertooooo! -fue lo que me dijiste dulcemente.

Pero bueno. Hoy nos toca hacer el amor. Amor del bueno. Y pensar que hace algunas semanas éramos unos monjes ascetas que no podían tocarse por una maldita ETS... Oh sí, ¿Te acuerdas cuando estábamos castigados?

Truly yours

Dante


miércoles, 3 de abril de 2013

Siento celos



Hasta hace veinticuatro horas creía en amistad pura entre un hombre y una mujer. Lo tenía muy claro porque la mayor parte de mi vida porque  tuve un mejor amigo: El Gordito.  Desde que comenzó nuestra amistad, nunca me gustó y, mucho menos, sentí algún deseo sexual por él. Para mí El Gordito- con el perdón de mi querido amigo- era un simple compañero asexuado al que no veía como hombre.  Para mi sorpresa este bestfriend forever me contó que una de sus novias, hace algún tiempo atrás, lo siguió hasta un bar donde se encontraría conmigo, solo para constatar que verdaderamente éramos amigos y que solo fuimos a tomar un par de chelas. Esa gigantesca y estúpida pataleta para mí tenía una explicación sencilla: locura. 
Hace poco, la loca con mirada asesina y una máscara de frialdad era yo. Sí, exactamente esa misma persona que defendía a capa y espada la amistad genuina entre un hombre y una mujer se convertía poco a poco en la novia de Chuky. La razón es muy poderosa: celos.
Era un día de esas clásicas peleas con Dante en que uno siente que el otro no le toma atención. Por cierto, él y yo trabajamos juntos, tema que quizá lo explique en otro momento.
Él: Ya no es lo mismo, te olvidas de las cosas que para mí son importantes. Te olvidaste que hoy ibamos a ir de picnic a la hora del almuerzo... me das puras excusas. 
Yo:¿Qué piensas, que me vales madre?
Él: No sé, eso tú lo sabrás. 
Yo: En verdad no me estoy sintiendo bien, mejor hablamos más tarde.
Él: Será otro día, Lila* ha venido de España y me quiere ver. 
Yo: ¿Por qué haces esto?
El maldito que se iba a ver con Lila: ¿Crees que peleo por salir con Lila?
Yo: Que te vaya bien. Sal y sé feliz. 
Con Dante a veces se nos da por hablar por el Facebook chat con cámaras web. Gracias a Dios la webcam no estaba prendida en ese momento pues tenía una expresión similar a la Freddy Krueger. Nunca había conocido mi límite de histeria hasta que leí la frase ganadora: “Mejor hablamos otro día, Lila a venido de Madrid y me quiere ver” . “¿Qué mierda tiene este huevón?” “¿A mi que me importa si viene Lila, Azucena, Violeta de Madrid, las Islas Griegas o de Marte?” me preguntaba a mí misma. Tomé aire, me tragué el orgullo y conteste: “Suerte, mándale saludos, espero que le vaya súper” ( con la misma voz chillona de un cormecial de toallas higénicas)-
Lo que era cierto es que me enfurecía que apenas Lila mande un mensaje, mi querido novio salga disparado a la velocidad de un pedo hasta el aeropuerto o donde sea que sencuentre la indefensa. Me llenaba de cólera y estaba a punto de convertirme en la asesina del martillo cuando mi “premio consuelo” fue un beso al despedirse. “ Amor, ¿cálmate ya? Es mi amiga”. ( Sí y yo soy Maria Teresa de Calcuta, me dije a mi misma) Solo atiné a sonreír. El punto máximo de la histeria fue cuando justifiqué ante los demás seres del trabajo a mi querido noviecito por haber salido presto y dije con un sonrisa de oreja a oreja a mis compañeros de labores: “ Se fue porque estaba enfermo”. Definitivamente, me merecía un Oscar por tan implecable interpretacion y también por ser la más cojuda de la historia. 
Sí sentí celos, esos que carcomen y no te dejan pensar, ni mucho menos dormir. Me sentía en desventaja ante una chica que conoce toda a la vida a mi novio salga con él a solas, a un bar y sobre todo sin mi. Lo único que necesitaba era apoyo moral o mejor dicho alguien que me amortiguara en mi cólera. Sí, me estaba conviertiendo en una más del club de las locas novias que no soportaban la idea de amistad entre el gordito y yo.
-¿Aló? ¿Cris? ¿Me escuchas?
- Hola sonsa, ¿cómo andas?
-Hasta el culo, el tarado de Dante se va a ver con su mejor amiga recién bajada de un avión, ausente desde hace tres años y seguramente con el dejo de Penélope Cruz.
- Ya… ¿Y qué tiene?
- Nada, ¡me da cóleraaaaaa! ¡¿Acaso no te acuerdas cuando tu ex te hacía lo mismo?!
-Oye, mi ex se agarró a medio Lima era obvio que me pusiera asi.  Tu novio es bueno. Cálmate.
Apenas corté el teléfono pensé que  a la única persona a la que debía llamar era a mi psicóloga para que me duelva toda la plata que le había pagado por cada sesión. Después de varios cigarros y de analizarme a mi misma entendí que no era el miedo a que la amiga de mi novio sea una modelo de Victoria's Secret ( no lo es, facebook lo comprueba), ni mucho menos que mi novio me iba a sacar la vuelta ( lo mato si se atreve). 
La histeria venía porque quería demostrar lo que es mío, ese mismo sentimiento que desarrollamos desde que somos niñas ( Es mi barbie, mi carro, mi bicicleta: MÍO). Exactamente de alli provenía mi cólera, de esas ganas de gritarle a la tal Lila que ese chico con el que estaba tomando una cerveza estaba conmigo. ¿Quería marcar territorio? ¡Ja!, simplemente era la maldita inseguridad que sufrimos todas. Esa misma que me hace preguntarme hasta ahora: ¿Qué mierda paso esa noche?
Francesca

*Lila es mejor amiga de mi novio desde la universidad y haces tres años se fue a España. Dante siempre me habló de ella e incluso, cuando éramos amigos, me contó que antes de que partiera  se fueron a Cusco los dos solos como despedida. "Todos me preguntaban si me la había tirado y la verdad que no pasó porque estaba ella con diarrea", dijo en ese entonces. Jamás pensé que iba a venir.  La consideraba una masoquista de la crisis económica Europea.