lunes, 4 de noviembre de 2013

Las putas sirenas



Francesca tenía una moderada pero buena experiencia en el mundo de los tragamonedas. La primera vez que fue acompañó a su viejo y era muy menor. Primero, don Rodolfo, se acomodó en una de las máquinas y sentó a su niña en el asiento de al lado. "Pa' no me gusta mirar. ¿Me puedes dar veinte soles para jugar yo también?". El señor le dio diez, que luego de sendas apretadas de botón se convirtieron en 160 soles. Don Rodolfo le despojó de la mitad del monto a su hija, pues aseguró ser el dueño tutor de una parte de ese dinero. La segunda vez que fue. Se sentó al lado de una viejecita. Esta sacó un gran pozo, pero le dio un infarto al cobrar la suma. Cuando los bomberos llegaron, ella tomó parte de las doradas y suculentas fichas.

-Vamos a las maquinitas -dijo ella una noche. Fuimos entonces a un tragamonedas de Guardia Civil. Hace mucho había ganado allí noventa soles en un ridículo juego donde me salieron cinco juegos de bonus seguidos. Pero el regresar esa maquina ya no existía. Entendí entonces que renuevan cada cierto tiempo a esos entes mecánicos o que jubilan a las más dadivosas, antes de que el negocio se vea perjudicado. Esa noche no ganamos nada. A decir verdad, me hice de cinco soles, pero era como si no contaran.

Por alguna oscura motivación, cierto día en que celebrábamos un mes más de relación, decidimos ir a hacer dinero fácil para pagar nuestra cena romántica, en un conocido y enorme local. Jugaríamos una hora y media y luego partiríamos en taxi hasta San Isidro para llegar a tiempo a nuestra reservación en 'Dánica'. Francesca de pronto sacó setenta soles de una máquina.

-Tú pagarás la cena -le dije.

De pronto jugué en un artefacto ridículo llamado 'Syrens' o 'Sirens', como quiera que se llame, el cual me arrojó 210 soles.

-Ahora tú pagarás. Y... de paso dame veinte soles de tu fortuna... Recuerda que lo mío es tuyo -dijo Francesca.

La cena entonces fue patrocinada por esa máquina extraña. ¿Y cómo no volver a ti, querido y luminoso artefacto escupidor de monedas y cheques intercambiables al momento? Cómo no, si tus coloridas figuras y tus sirenas, y esas embarcaciones que debían salir tres o cuatro veces para generar más ganancia, o esa lira de Orfeo que dormía al Cancerbero guardián de la gran jugada por apuesta máxima. Gracias deidad de la fortuna, que condujiste bien el timón hacia el puerto de la plata fácil.


-Fran... No puede ser... Esa sirenas... Digo, el sonido de esas máquinas aún resuena en mis orejas... Temo que eso esto se convierta en un vicio -dije mientras saboreaba mi salmón.

-Debemos tener cuidado -dijo ella -. ¿Que te parece si no regresamos hasta después de un mes?

-Perfecto -dijo yo.

Volvimos a la siguiente semana. No era un vicio. Simplemente queríamos ir a cenar y en nuestros bolsillos apenas habían cuarenta soles. Además, podíamos tomar unos aperitivos en las 'Maquinitas'. Por otro lado, el (en)canto de las sirenas era seductor, ellas aparecían y me sentía como Ulises, cómodo con su presencia, absorbido, presionando cuantas veces sea necesario el botón y cuando llegaban los bonus, este hacía su magia por sí solo, mientras yo me cruzaba de brazos y veía rodar las figuras movidas por alguna gracias divina.

-Amor, vamos a regalarnos una noche en el Hilton -dije yo, sin un centavo en el monedero.

-Pero... No hay dinero, baby... -dijo ella.

-Ejem... Ejem...

-¡Por Zeus! ¿Estás pensando lo mismo que yo?

-No se diga más...

Navegamos hasta llegar al Hades. Yo estaba ciego. O sea, nos íbamos en taxi por la avenida Aqueronte. El barquero me había cegado poniéndome dos monedas en los ojos. Era lo único que veía, mi ceguera dorada. Llegamos a las puertas del Vicio. Esperamos un rato en la entrada, fumando puchos hasta hacer nuestro ingreso triunfal. Me dirigí de frente a donde las Sirenas, pero no estaban. Supuese que sólo las habían reubicado, movido a otra avenida. Luego de una mirada por todo el lugar, me di cuenta que no estaban.

-¿Dónde estás las Sirenas? -le pregunté a un tipo que llevaba tragos.

-Desaparecieron señor. Ejercían su oficio sin permiso. Eran sluts y no slots -dijo uno. Al menos creo que dijo eso.

Ese día perdí veinte soles. Fue poco, pero sentí el golpe. 
Francesca simplemente siguió jugando en otras máquinas.

Dante

P.D. Ya es tiempo que Francesca escriba. Sólo espero que se desapegue de las máquinas y que tenga tiempo para el blog.




miércoles, 23 de octubre de 2013

El descanso médico que altero el eje de la tierra




Hay gente sabionda. Uno de mis amigos me dijo que debía de haber sentido el impacto del proyectil, se creía un experto en recibir balas o algún perito de criminalística. El hecho es que ni yo sabía mucho. Pensé que Francesca iba a ser mi Salma Hayek y yo su Antonio Banderas y que ella iba curar mis heridas mientras yo tocaba guitarra. De eso nada, pues tenía en brazo entero moreteado e inflamado y moverlo aunque sea para cambiar de canal era un trámite. Me dieron un mes de descanso médico y al salir de la clínica, para encubilarme en mi casa, casi lloro al volver a entrar al hogar.

Francesca me visitaba todas las noches. Yo andaba con un cabestrillo, pero era tan molestoso a veces que me quitaba.

-¿Por qué te lo quitas, deberías ponértelo? -me decía ella preocupada.

-Es que si me quedo con el brazo en posición de noventa grados y dos pulgas es posible que sus tejidos entiendan que esas son sus coordenadas oficiales y se rebelen cuando quiera ejecutar una flexión.

-¡Ay, Dios, no dije nada!

Jugábamos 'Monopolio' con ternura. Hacía mucho que no jugaba y caímos en la cuenta que los billetes de repartición eran menores a los que yo recordaba. Investigué entonces mientras jugábamos que la Hasbro había disminuido el monto de la repartición con la llegada de la crisis, lo cual me pareció muy gracioso.

Al tercer día, Francesca misma me quitó el cabestrillo, porque le estorbaba para hacer el amor. Había oído de gente que hacía dormir una de sus manos para masturbarse con ella y no sentirla como mano sino como un cuerpo ajeno. Yo que tuve sexo con un brazo completamente inhabilitado, podría decir que tiene algo de deporte extremo.

-¡Ay, mierda! -dije cuando Francesca se apoyó en mi brazo mientras se preparaba para la postura de cucharita.

-¡Ay perdón! ¿No era el otro? -dijo ella. Francesca se justificaba a veces con las estupideces más grandes.

Cuando ella trabajaba. Nos veíamos por Skype.

-Baby, ¿quién va a hacer tus cosas acá en la oficina? -me preguntó.

-Tú pues, mi amor, quién más. Yo estoy malito -dije engriéndome.

-Deberías al menos reportarte. Dale una llamada a Francis. Él otro día me preguntó que... si realmente amabas esta revista, si tenías ganas de trabajar en ella, tu ausencia se siente. 

Al décimo día jugamos Mario Kart Wii.

Al décimotercer día tuve que hacer un freelance. Luego de hacer las entrevistas, le pedí a Francesca que me desgrabara el audio.

-¡Puta madre! ¿No lo puedes hacer tú? ¡Yo estoy acá haciendo tus notas de porquería!

-Amor, es que apenas puedo mover un dedo. Todavía las máquinas en las que nos desempeñamos tienen más de treinta teclas. Todavía no llegamos a la era de los Supersónicos donde se trabaja sólo apretando un botón. ¿Veías esa extraordinaria serie?

-Lo haré cuando tenga tiempo.

-¿Vas a venir ho ya visitarme?

-Sí, mi amor.

-Ya, genial. Cuando vengas tráeme una pizza americana, por favor.

-¿Me estás hablando en serio?

-Mi amor, estoy herido. Engríeme.

-Mi psicóloga me advirtió que esto iba a pasar. Pero... No te voy a llevar nada. Te llevaré una bolsa de chizitos si quieres. Fresco.

Al decimo cuarto día le pedí que me hiciera unos masajes. Los hizo al inicio con cariño y luego con fuerza.

Al décimo quinto día, me aburrí de estar en casa y decidí salir con Francesca a un bar. Aún no podía tomar alcohol pues tenía la herida abierta, así que pedía gaseosas. En el local, nuestro buen amigo Bashad preguntó qué diantres me había pasado en el brazo. Le dije lo ocurrido y él salió con otro historia.

-Dante, tengo que decirte algo -dijo Francesca.

-Cuéntame, mi amor.

-En la oficina dicen que eres un conchudo. Que el descanso de un mes les parece excesivo.

-¿Quienes? ¡Dime nombres! ¡Es el colmo que no puedan entender que estoy mal del brazo!

-Dante, fuiste a hacer un freelo. Hasta a mi me explotas, queriendo que desgrabe tus cosas. Eres un abusivo.

-¿Tú también estas dentro del grupo que piensa que soy un conchudo?

-Lo eres. Eres un conchudo, de lo peor, fresco.

-¿Me imagino entonces que no me defendiste? Y que sonreíste ante los comentarios. ¡Tú y tu diplomacia!

-No dije nada. El silencio fue mi mejor arma. No voy a estar respondiendo cuando rajen de mi novio en mi cara. Pero, ahora que lo pienso, no debería contarte lo que se dice de ti en la oficina.

-Este... ¿por qué ah? Eres mi pareja.

-Porque no mi vida. No debería hacerlo porque estoy metiendo mi vida personal en temas de la chamba. Al contártelo y interceder por ti, te estoy impulsando a que hagas lo correcto y al menos le des una llamada a Francis. No debería hacer eso, porque eres mi compañero de trabajo también. Pero te amo, y... por favor, repórtate con Francis. Te lo aconsejo porque te quiero.

-Es que no puedo creer que me digan conchudo. ¡Tengo descanso médico! ¡Me ha caído una bala!

-Bueno, yo ya te di un consejo. Tómalo o déjalo. Francis es un imbécil, pero no le hagas la guerra.

Al fin lo hice.

Por cierto, un mes después se haría en parte realidad aquello de trabajar sólo un dedo. Sin querer, incursionamos en las máquinas tragamonedas de un casino, en el cual sólo apretábamos un botón para hacer dinero. Pero esa es otra historia. Otro post

Dante


jueves, 26 de septiembre de 2013

El día D




Estaba en una ciudad de Estados Unidos, tan tranquila y segura que llegué a pensar que todo estaba bien en mi vida. Todo esto hasta que bajé al lobby del hotel para hablarte por el Facebook ( herramienta de comunicación perfecta cuando estás de viaje)

Yo: ¿Mor? Te extraño mucho.. ¿Cómo estás mi amor? Buscaré el libro que me pediste, aún no lo encuentro.

Tú: Mor, ya. Llámame.

Yo : Te estoy escribiendo párrafos y me respondes con monosílabos. ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? ¿Me extrañas?

Tú: Sí, llámame.

Yo: Pero ¿qué paso?

Tu: Francesca, basta. Llámame... estoy.... estoy en la clínica.

(Considerando que Dante va a la clínica por todo imaginé que era algún dolor de barriga o quizás un dolor de garganta)

Yo: Ay amor... ¿ Cuántas veces te he dicho que no vayas a la clínica por las puras? Tu le das de comer a todos los médicos de Lima.

Tu: Me han disparado.

Por un minuto pensé que había leído mal, tomé aire y me bajó la presión. Subí a mi habitación para llamarte y como dentro de mi estado nervioso pensaba que estaba en Lima aprete en el teléfono el 911......

Gringa: What is you emergency?

Yo: Sorry , I am Peruvian and I dialed the wrong the number.

Pensé que la gringa había entendido mi mensaje, soy peruana y no estoy acostumbrada a que se tomen tan en serio una llamada telefónica. Todavía seguía en shock, por primera vez en mi vida no atinaba a nada, solo quería llorar por la incertidumbre, por no saber nada. Tocaron la puerta de mi cuarto y había un policía de dos metros. Le expliqué que había sido un error, lo único que quería es que me dejaran llorar sola. Bajé hasta el lobby de nuevo, esta vez tenía mi celular en la mano, busqué el lugar más solitario.

Yo: ¿Mor?

Tu: Morrr, que bueno que llamaste.

Yo: ¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Qué te han hecho? ¿Cómo pasó?

Tu: Estaba caminando por tu casa y tres tipos se bajaron de un taxi. Me dispararon.

Escuché la palabra disparo y mi mente se volvió a nublar, pensé en las múltiples posibilidades. Si estabas cojo, paralítico, sin brazo, si la bala cayó al pulmón.

Yo: ¿ Donde te cayo la bala?

Tu : Entró y salió por el brazo, no agarró ningún nervio, ni hueso ni músculo. ¿Cuándo vienes?

Yo: Mañana. Te amo. Ya quiero verte me muero por verte.

Tenía un nudo en la garganta y solo atiné a comprarme dos cervezas y llevarlas a mi cuarto para tomar y llorar en paz. No pude, no podía llorar. Me acosté contando las horas para regresar a Lima, aguanté las ocho horas de viaje rezando y tratandome de calmar yo solita. A mi costado se sentó un pastor dominicano que iba a trabajar en Lima por unas semanas, me vio con los ojos llorosos y me dijo que reze con él.

Apenas se abrió la puerta del avión recogí mi maleta y me fui de frente a la clínica. Llegué sudada con maleta en mano y despeinada abrí la puerta de tu cuarto en la clínica y 150 familiares tuyos entre tíos lejanos, primos y demás me vieron. Habrán pensando que estaba loca. Me puse al costado de tu cama, no sabía que decirte ni que hablarte, sólo atiné a abrazarte y darte un beso entre un llanto aguantado.

Francesca

viernes, 26 de julio de 2013

El día en que casi muero por culpa de la nostalgia



¿En qué momento este blog se convirtió en un diario lleno de sentimentalismo? Son cosas qué escapan de las manos. Nuestra historia muchas veces se nos escapa de las manos, Francesca.

¿Te acuerdas cuando llegué de Brasil? Lima me parecía tan ajena. Me recibiste con un beso triunfal en la puerta del Cinerama-Pacífico. Pero estaba en otra. Algo me decía que debía haberme quedado en Sao Paulo. Tantas cosas habían pasado en Lima. Pero estabas tú, Francesca. La única razón por la que había vuelto. Ahora que escribo, te juro seriamente que pensé en quedarme allí y luego hacer que tomaras un vuelo y te vinieras conmigo.

Pero estaba en Lima. Una semana después te fuiste a Boston. Nos despedimos haciendo el amor dos días seguidos. Te dejé en tu casa. Fue la primera vez que volteaste a verme y te despediste. La mayoría de veces sólo seguías de frente, cerrabas la puerta, mientras caminabas moviendo tus caderas, esas que ni siquiera mueves tú cuando caminas. Te presté mi tablet para que estuvieéramos en contacto permanente.

Pero la comunicación electrónica no fue suficiente. Comprendí entonces lo que habías sufrido cuando tú estabas acá esperando mi regreso. Fui a beber. Quería sedarme. Ya con varios tragos, caminé hacia tu casa en plena madrugada. Tu casa. Hacía tiempo que no tocaba tu timbre porque tu madre me quiere tanto. Todos tus amigos me quieren tanto. Iba a cometer una estupidez. Llegaría a tu edificio, me sentaría en la banca de al frente, encendería un cigarro y de allí me iría a mi casa. Faltando media cuadra para llegar al parque, un taxi se estacionó al inicio de la vereda donde transitaba. Unos muchachos bajaron y parecía que vivían allí, que eran tus buenos vecinos. Pero se acercaron a mí e intentaron sujetarme. Nuestro jefe dice que él se hubiera quedado quieto y dejado que le roben. Yo creo que él nunca se ha enfrentado a ladrones y que cuando le han robado ha sido porque se ha quedado dormido y le han sustraído la billetera mientras ronca. Entonces forcejeé brevemente. Corrí un poco. Oí un disparo. Alcé las manos como rindiéndome. Los tipos sacaron mi celular del pantalón y se subieron al carro.

La borrachera se me había pasado. Debía de estar pálido, pero sentía fuego en el brazo. La casaca azul esa que habíamos ido a buscar a la tienda y que esperaba por mí, tenía un hueco cerca al hombro. La gente dice que al ver eso debería haberme desmayado. Pero no, quizá la adrenalina, me hizo correr hasta tú casa y tocar tu timbre para que mi suegra me auxiliara. Añoraba tocar tu timbre y lo hacía de la peor forma. Nadie me abrió. A un señor que pasaba por tu vereda le supliqué que me ayudara. Él me miró extrañado, quizá ninguna película le había ensañado que los heridos de bala pudieran transitar libremente por la calle. Pero me creyó al ver el agujero. Las ambulancias (sí, dos) y las patrullas (cinco) llegaron en segundos.

¿Qué es la vida? ¿Por qué fui a buscarte sabiendo que no estabas en tu casa y me encontré con la muerte? ¿Acaso debía alejarme de ti? ¿Quién soy? La ambulancia, el sonido. La calle. El suero. Sangre. Sangre. Sangre. Delincuencia. Casualidad. Momento inoportuno. Marca. Dios.

Desperté en la clínica. La bala había recorrido todo mi antebrazo y había salido por el codo. No sé como pueden decir que no fracturó ningún hueso, que no dañó ningún nervio central, si ahora casi recuperado, tocmo mi codo y siento la herida cerca al hueso. Alguien te quiere arriba, dicen. Que con dos centimetros más esa bala me caía en el corazón. Qué se yo.

Llegaste a Lima. Corriste a la clínica a verme. Toda mi familia estabaen mi cuarto y vieron nuestro emotivo encuentro. LLoramos en silencio. Tu cabello nos tapaba la cara y quizá lo úncio que se escuchó fue un leve lamento. Me cuidaste. Fuiste a visitarme todos los días que estuve hospitalizado. Me bañaste. me trajiste un libro de Boston. Al fin estabas conmigo.

¿Quién soy? Soy tuyo.

Dante

martes, 9 de julio de 2013

Amo ese aparato



Si es que hubiera nacido en los años 50 probablemente me hubiera vuelto loca. “ Tu eres de esa generación de la inmediatez”, me dijiste un día. Totalmente de acuerdo. Admito que cuando estamos lejos, a mil kilometros de distancia, me encuentro con la certeza que  los únicos medios para comunicarnos son el teléfono, Skype y Facebook. Los amo. Mi relación con los aparatos tecnológicos se fortaleció a medida que descubrí que con un mensaje tuyo me cambiaba el humor y cualquier tipo de mail producía una sonrisa imborrable las 24 horas del día. Ahora que viajaré, no dudo en llevarme todos los apartos tecológicos que pueda. “ Es la manera de sentirte más cerca”, te dije un día. Sí, lo es. Lo único que te pido que hagas cuando no esté es que mires mi pantalla de facechat  y me mandes esas caritas que odias y que a mi me enternecen.  Prometo joder (dícese molestrase, resentirse y decirte mi frase preferida: “aj chau”)  con el único objetivo de joder y de que no olvides que aunque este lejos lo voy a seguir haciendo ( AMOR SERRANO).  
P.D. Abrígate las manos, no veas el Dr. TV porque tu eres hipocondriaco e incrementas los síntomas de enfermedades. Trata de no comerte las uñas hasta que te crezcan amor, tápate hasta la nariz en tu cama que yo estaré a tu costado.  Deja de comer tanto chocolate sublime y mándame un mail cuando  me extrañes.

Espérame que ya vuelvo!
France

miércoles, 19 de junio de 2013

Te vas





Aunque suene irreal la cantidad de horas que pasamos juntos nos han mimetizado. Si ahora soy yo la que se enferma a menudo y ahora eres tú el que pide una hamburguesa royal en el Bembos. Compartimos algunos pensamientos ( solo algunos) y no sé si estoy neurótica pero ahora me doy cuenta cuando estás triste porque tu respiración es más fuerte. Increíblemente la convivencia ha dado sus frutos y puedo decir que nos conocemos perfectamente. Esa es la razón por la que no puedo pasar más de dos horas sin hablarte, molestarte o sonreírte.

Hace tres días me enteré que te vas de viaje por trabajo. Brasil, ese lugar donde las mujeres tienes unos senos talla 40B y un trasero descomunal, es la zona elegida. El país de la zamba le llaman y eso conlleva a una imagen de una mujer meneando sus caderas al ritmo de una música muy pegagosa. ¿Cuánto tiempo te vas? Una semana.  Adiós celebración de aniversario, chau viernes y sábados de ebriedad en Miraflores, bye bye tocamientos indebidos en altas horas de la madrugada. El solo hecho de saber que estás a mil kilometros de distancia me entristece. “Es la primera vez que se extrañarán”, dicen algunos, imagino que sí. Aunque para mi es muy común extrañarte un domingo cuando no te veo unas 24 horas seguidas y siento un nudo en la garganta que solo se traduce en  ganas locas de verte.

Desde ya te extraño y voy a extrañar darte un beso en las mañanas. Caminar por mil lugares y reírme a carcajadas, que me acompañes a comer sabiendo perfectamente que lo que como es basura. Que leas en las tardes, minutos antes de salir a algun evento. Verte llegar un sábado y darte mil besos. Hablar contigo, engreirme y solo mirarte.

France

martes, 11 de junio de 2013

Juntos pero no resueltos

El actor jura que ha ingerido vastos jugos vaginales

Michael Douglas

Al actor se le ocurrió decir que su cáncer a la garganta era producto de de Virus del Papiloma Humano (ese que no es tan familiar en post anteriores), por los que entré en pánico, miedo puro de tener cáncer al esófago, a la traquea, a la columna vertebral, al cerebro. Tú sabes, a veces me dan ataques de tos, incluso en los matrimonios, por los que a veces creo que tengo un tumor que pronto no me dejará pasar ni el bocado más suave, ni el puré más generoso. Pero cuando estamos juntos, solos, locos, me olvido de todo ese miedo, desciendo a tu campo de Venus y me sacio.


Así bailamos y en la hora loca nos quisieron imitar


Matrimonio

Fuimos al matrimonio de un amigo tuyo. Alguna de sus amantes fueron a la iglesia, lo que me dio risa. En la recepción nos sentamos junto parejas fallidas. Un amigo tuyo se dormía mientras su novia vestida de secretaria le hablaba, o quizá lo arrullaba. Al otro lado estaba un para que ya conocía, una chica que se preciaba de tener la cartera más chica de la noche, donde entraba todo, aunque iPhone, cosméticos, una moto de correo Olva; y su novio, distante de ella. A veces parecemos la mejor pareja del mundo, lo dicen las estadísticas. 


One, Two, Three, Fight!

Peleamos pues. Somos distintos, qué le vamos a hacer. Lamentablemente nos hemos emparejado en una época en que cada unos tiene cosas que resolver, quizá porque estamos en el 2013 y los Mayas tenían razón en que este año se comienza de nuevo. Pucha, sí pues. Estamos juntos, pero no resueltos. Revueltos a veces y qué rico. Revoltosos, también.

Dante

jueves, 30 de mayo de 2013

Crónica de un perro que seguía a las damas con el periodo



Una noche en la que el calor todavía estaba presente y los abrigos no se habían desempolvado, France me acompañó a buscar ropa nueva, en el Jockey Plaza, pues yo ya buscaba trajes, preparándome para el cambio de estación, porque soy friolento, y no tanto un comprador compulsivo. Suelo pedirle a France que se convierta en mi guía, pues confío en su ojo, aunque ella rara vez me pide que la escolte al shopping center, de lo cual estoy eternamente agradecido, pues rara vez un hombre se alegra de servir de cargador de prendas, y esperar a que su pareja se pruebe decenas de cosas para luego sólo escoger una.

Al llegar al referido centro comercial, un perro de la calle que vagaba por allí, nos quedó mirando con cara de querer que lo adoptemos. Seguí caminando, hasta que France me jaló la manga de la camisa y me dijo: "Ese perrito nos está siguiendo". No le hice caso, hasta que luego de una larga caminata, el perro nos seguía al costado. Nos detuvimos y el perro hizo lo mismo. Nos movimos un lado y él también. Quisimos esquivarlo y él imitaba nuestros movimientos.

-¿Qué carajos le pasa a este? -dije.

-Estoy con la regla. Por eso me sigue -dijo France.

-¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeé? -no entendí.

-Siiiiií. Me pasa varias veces, con el perro de La Chili, con el de Cris.

Para mí era una novedad que los perros pudieran hacer eso. En internet no hallé mucha información al respecto. Se dice que los canes están pendientes a los cambios de nuestro cuerpo, pero no cualquier can, sino una mascota. Cuando una mujer está embarazada, se vuelven más protectores. Incluso, yo, cuando he estado triste, he tenido a mi perro debajo de mi cama y si alguien se me acercaba aunque fuera para saludarme, él enseñaba los dientes. France explicó que está certificado que la regla hace que la mujer tenga ganas de sexo, y que el perro huele la sangre, las hormonas humanas, como olfatearía a una canina en celo.

Temí entonces que el perro no contento con seguirnos, se trepara a France o usara su pierna para masturbarse. Corrimos hacia las escaleras eléctricas y al fin nos libramos de él. Desde arriba, veíamos al perro con cara de pena.

-Míralo, está triste.

-Ni lo invoques -dije yo.

Para qué habló. El perro, como si hubiera leído los labios de France, como si hubiera olisqueado su sensibilidad menstrual convertida en lástima hacia la raza perruna, cosa bien rara, porque France le tiene fobia a los perros, porque de niña uno le mordió -quizá en su primer día de regla-, ese perro nos siguió desde las escaleras normales, lastimosamente al lado de las eléctricas. (Señores del Jockey, hay que corregir esa arquitectura. Que las clásicas y las eléctricas sean paralelas está mal. Puede ocasionar hasta tiroteos y persecuciones policiales como se pueden apreciar en 'Los Miserables' o en 'Carlitos Way', en serio). Así es. El hijo de perra. Subió las las escaleras a la par.

Huimos otra vez. Cruzamos una pista velozmente, una que está justo antes de la entrada al centro comercial. El perro (de la calle pues), sorteó los carros y nos siguió. Divisé una rotonda y le dimos la vuelta entera para que nuestro acosador se despistara, que encontrara en el camino a otra mujer de humor más fuerte. Nada. la gente miraba al perrito, le decían que bonito y pensaba que eran nuestro. Sus ojos decían: "Mira, qué linda esa pareja que ha adoptado a ese chusco, qué lindos, y para colmo, lo traen a comprar". Sí, hasta para pensar e imaginar son racistas.

Volvimos a salir. Hallamos a un tipo de seguridad, de esos que no hacen nada y sólo tienen en su mano un nextel tamaño ladrillo. Un radio de esas. Porque los de seguridad no pueden usar blackberry, su celular tiene que dar miedo. Y tanto es así, que cuando a vigilar a Lady Gaga en la casa donde se había alojado en Lima, el celular de un tombo timbró, y él había escogido una canción de Rihanna, y los fans de Lady Gaga se rieron en su cara, pero esa es otra historia.

-¿Qué sucede jóvenes? -dijo el guardian.

-Nos persiguen.

-Quédense a mi lado. Código F3, ¿me copian?

-Señor, es un perro -dijo France.

-¿Perdón?

-Un perro. Es un perro, nuestro stalker es un perro -dijo France.

-Ya pues chicos, déjense de vainas. ¿Donde está ese perro? Quizá está buscando a su dueño.

El vigilante se lo llevó. Y pudimos ser libres. La gente nos miraba como delincuentes. Había discriminado a un perro chusco que sólo quería amor, un hogar, un mimo.

D.

Perrito tratando de robarse un zapato Lal@L033 que Francesca esperaba con ansias. Luego los mandó cambiar asegurando que olían a perra

P.S. Para esta historia no se pudieron mantener en reserva los nombres de los involucrados.

Horas depués, yo Dante, prometí no salir nunca más cuando Francesca tuviera la regla. Una promesa sin efecto claro está.

Tres meses después, France le sigue temiendo a los perros. Piensa contarle de esta fobia a su terapista, pues incluso antes de estar conmigo le desagradaban los novios 'perros', es decir, lo que se pegan más que un chicle. Hace poco descubrió que a su amiga Noelia, le dicen 'Siberiana'. Porque nadie sabe si es loba o perra.


martes, 28 de mayo de 2013

Días R








Son esos días en que todo me molesta: si me dijiste chau en lugar de adiós, si me mandaste un beso en lugar de tres, si te reíste de mi susceptibilidad. Los días de regla, aquellos en que la naturaleza me afirma en que no estoy embarazada y que sí comienzan unos días de mierda.
Apenas abro los ojos siento un dolor insoportable en mis ovarios.  Tomo una pastilla, esas que por lo menos me calman el dolor, me baño y trato de buscar alguna blusa ancha que no me aprete la barriga y no me salga un rollo. Lo último que me faltaría es que me vea como una obesa.
Pongo mi mejor cara en la oficina pero no puedo evitar mi molestia de escribir sobre moda, mi mirada asesina hacia cualquier inocente que cruza la puerta y mi odio al teclado. Las canciones de Laura Pausini acompañan mi jornada laboral,  no sé por qué las escucho y quiero llorar, en lugar de eso prefiero comer una torta de chocolate o que sé yo algo de comer. No me importa que luego no me quede mi vestido, no me importa engordar unos 3 kilos mato por un chocolate, una hamburguesa del bembos y la pizza. Sueño con ellos y mato por comerlos. Mis hormonas han provocado que  tenga la susceptibilidad a flor de piel comienzas a hacer una clásica broma: “me voy a ir con unas flaquitas”, “esa chica quiere conmigo”. Siento que huelo mal, que estoy hinchada, que soy horrorosa y tu, sin querer, dices esas frases que lo único que provocan son destruir mi seguridad en mi misma o peor aún lo que quedaba de ello. Me resiento y prefiero no hablarte, solo tengo ganas de llorar de nuevo. Del llanto viene la rabia o muchas veces locura.
-¿Por qué no respondes?
-France, estaba trabajando.
-¿Ya no me quieres no? ¿Te llego al pincho? Claro, pero si fuera una de tus amiguitas bien que responderías al segundo.
-Qué te pasa, ¿estás loca?
-¿Por qué me hablas asi?
-Ya no es lo mismo no me quieres.
-Francesa basta por dios.
-No me hables. Adiós.
 Sí estoy loca, todas las mujeres tenemos tres o cuatro días en que andamos locas. Ser mujer no es nada fácil, si bien no nos levantamos con una erección tenemos que aguantar unos cólicos que parecen puñetes en nuestros ovarios, hinchazón, mal humor, vulnerabilidad. Todo en uno. Lo soportamos cada mes, desde los catorce años y se convierte en parte de ser mujer. Sé que me pongo insportable lo único que te pido querido Dante es que ignores mi mal humor y solo me abraces.

viernes, 24 de mayo de 2013

Manías mías



El frío ya llegó y el abrigo no es suficiente. Ayer me prestaste tu chalina, muy tejida, llena de tu aroma, gesto tuyo al verme tiritando. Pronto me pondré unos guantes, como hace meses atrás, el año pasado, cuando aún llegaba la primavera e íbamos a los bares abrigados -yo al menos- y se me antojaba tomar cerveza con guantes, aunque después me los quitara por incómodos, porque el vaso se me escapaba, porque quizá para beberla también hay que sentir helada la mano. Siempre me da mucho frío, mucho frío. Quizá porque soy flacuchento. Lo digo porque hoy mientras leía a Javier Marías en el carro, una monumental señora me pidió por favor abrir la ventana, como si hiciera una calor agobiante, cuando quizá era su calor corporal, ella quizá era un sauna. Yo tengo frío. Disculpa si en la calle no te abrazo, porque quiero calentar mis manos en los bolsillos.

Soy hipocondriaco. Anteayer el tarado de Charlie esparció escarcha por toda la oficina, como si fuera confeti. Fue una estupidez, pero lo pero fue que me dijeras que la escarcha era vidrio ultra molido. "Eso fue lo que me dijeron cuando era chibola", dijiste toda inocente. La historia no podía ser cierta. Mi madre había trabajado toda su vida con escarcha y, créeme, si la extremista de mi madre no tiene miedo que la escarcha le caiga al ojo, es porque no es peligroso por nada del mundo. Lo peor es que querías sexo sucio y, retorciste mi mente, y te veía escarchada en varias regiones, en la mejilla, en la nariz, en el cuello, en el cabello. Tuve miedo rozar por allí, pasar por accidente, posar mis labios, mi lengua.

Antes de ante anteayer, quizá mucho antes de ese antes, me descargué el último disco de Daft Punk. No sé hasta cuándo me duré eso de oír una y otra vez todos los tracks de ese disco al que ya le agarré camote y lo he puesto entre mis favoritos. Sé que te estoy torturando oyendo a cada rato la número tres 'Giorgio by Moroder', pero qué bueno que te rías cuando ese viejo diga en la canción: My name is Giovanni Giorgio, but everybody calls me Giorgio. Tanto te ha 'gustado' que ya hasta quieres hacer una coreografía con esa canción. No sé hasta cuándo dure este encamotamiento. Si quieres, anda buscándome un nuevo disco para que me distraiga.

Por favor, cuando me veas comiéndome las uñas, pégame. Mándame una cachetada.

No lo hagas cuando leo, eso sí. El día es corto, tenemos trabajo y para colmo tenemos que postear en 'Juntos pero...'. Si te acompaño a almorzar (Te acompaño, porque tú vas a restaurantes; yo traigo mi comida) y llevo mi libro, no es que no quiera hablar contigo. Es uno de los pocos espacios que tengo para leer, uno de los pocos momentos. No me pidas más tiempo del que ya te doy. Es un librito, no te hace daño.

Quieres que te lleve al 'Play Land Park'. Me pasaste un artículo donde se decía que el parque de diversiones abría sus puertas en Lima. "¿No estás emocionado como yo?", preguntaste. No pues, un momentito amor, somos pareja, no nos hemos mimetizado. Iré, pero te digo, nunca me subí a un juego de esos. De chico les tenía fobia y hasta me daban ataques de pánico verlos de cerca, de lejos. Me alteraba el crujido tornillero, los gritos desmedidos de los tipos que se subían al Tagadá, o como se llame, me angustiaba la euforia de los pasajeros de la montaña rusa. Tuve miedo, vamos a ver cómo me va a ahora.

Al fin y cabo, son solo manías.

Dante

martes, 21 de mayo de 2013

Tengo ganas





Mi novio estaba desnudo, me tocaba los senos y poco a poco me iba excitando cada vez más. Estaba mojada y solo quería que me penetre. Me levanté. Estaba mojada y sola, tristemente sola, en mi cama un lunes cualquiera. Me bañé con agua helada a ver si con eso se me bajaba la calentura y nada. Estaba arrecha, totalmente arrecha.

Todo el camino al trabajo pensé en las travesuras que haríamos: sexo en una discoteca, tocamientos en un parque muy oscuro y cochinadas en un hotel muy lujoso. La sonrisa era evidente.

-Amor, ¿que vas hacer hoy día? -dije mirándolo con lujuria, como bocadito en un bouffet.

-France, ¿No habíamos quedado en ver películas?

No sé si Tarantino se hubiera molestado si atrasáramos en ver su película unas cuantas horas o si pasar la película para otro día hubiera sido un atentado contra su intelecto.  La loca sexual era yo y el hecho de que el pensara en cómo está el dólar o cuánto durará el frío en Lima me volvía histérica. Solo me quedó gritar:

-¡No te das cuenta que quiero hacerte el amor!

-Amor... Mañana. Como quedamos. 

Mi cara de rabia, era total. Le había dicho a mi enamorado para ir al telo y me había respondido con la misma cara de aburrimiento como si le hubiera insistido para ir a un velorio.

Algo estaba pasando o yo me estaba convirtiendo en una ninfómana o efectivamente éramos una pareja de enamorados que estaba atravesando por tiempos de calma. Y sí me encanta y disfruto ver a Dante hacer las cosas más rutinarias pero me vuelve loca cuando de un momento a otro me saca del día a día con una propuesta candente.

Mañana no te escapas, así Tarantino y todos los genios del cine vengan a Lima.

France

jueves, 16 de mayo de 2013

¡Madre!

Lindsay Lohan amando a su madre más de la cuenta

Uno

El sol iluminaba la cocina donde ambos usábamos delantal. Se nos veía geniales y poco nos faltaba para colorearnos las caras con cremas, como en las películas edulcorantes de parejas felices. 

-Ma', ¿me pasas los huevos? -te dije.

Me los pasaste... Pasé saliva por la garganta. te había dicho 'Ma' y tú ni cuenta te habías dado. Yo también hice cómo si no te hubiera llamado así y continuamos cocinando. Mientras comíamos nuestras tortillas y veíamos televisión, me preguntaba temeroso si con el tiempo te estaba viendo como una mini me de mi madre, maldecía, pues eso significaba que Freud, Marco y el príncipe William tenían razón, que buscamos de pareja a alguien que se se parezca a nuestra madre. Me sentí Edipo.

Y es que lo cierto es que yo jamás he querido que mi novia se parezca a mi madre. Y no lo digo porque mi madre tenga actitudes negativas, sino porque creo que suficiente con una madre, pues con dos la vida sería imposible. Mi madre se jacta de aquella máxima que dice 'Madre, hay una sola', y ella cree que se refiere a que una mamá es irremplazable, pero lo que todavía no se ha enterado que la máxima dice en realidad 'Madre, debe haber solo una'. Y eso pese a que no me opondría a que mis viejitas fueran Ellen DeGeneres y Portia de Rossi, pero quién sabe si soportaría a dos Ellen. El punto es, quiero a mi vieja, pero no quiero su clonación. Ni mucho menos que tú, Francesca, reencarnes en ella o viceversa.

Dos

Terminamos de hacer el amor, y te pedí que me pases en cenicero. Esta vez, pronuncié bien tu nombre, con convicción. Pues si se me escapaba un 'Mami' en la cama, podría sonar catastrófico. Es más, evite decir amor, para respetar tu bautizo, para que sepas que contigo no hay motes cariñosos que puedan suprimir tu nombre. No hay 'cosita'. Quizá sea culpa de mi madre, quien una vez me dijo que las mujeres dicen 'Amor', 'Cuchicuchi', 'Babé' u otros para no confundirse de nombre. Según mi madre, una mujer puede perder la noción del tiempo y el espacio y confundir el idilio presente, con uno del pasado (o del futuro) y para evitar el roche de cambiarle de nombre a la pareja que ocupa el presente temporal, es necesario ponerle una etiqueta con el que se llamara a cualquier otro novio, y así evitar caos en el tiempo-espacio.

-France, ¿me pasas el cenicero? -te dije entonces con buenos modales.

-¿Me decías, madre? -dijiste tú. Pensando que tu vieja te había fornicado y que ahora te pedía un cenicero.

-¿Me dijiste madre?

-Este... Perdón... Me equivoqué. Mira, no seas fresco, le otro día me dijiste 'Maaaaaaa' y no te dije nada.

-Era muy diferente. No habíamos terminado de hacer el amor. O sea... Esto está bien bizarro.

-Ma... digo, Dante... Mi vieja a veces entra a mi cuarto y se pone a ver televisor conmigo. A veces fumamos las dos juntas.

-Bueno, ya. Lo dejaré como que estás acostumbrada a tener a tu madre en la cama más que a mí.

Suelo darle vueltas a las cosas. Alargo mucho mis pensamientos. Pero ese es uno de los primeros que castré para no volverme loco.

Dante


jueves, 9 de mayo de 2013

¡Macho men!





Trabajamos veinticinco horas al día. Todo es tan mágico y perfecto cuando caminamos por el parque a la hora de almuerzo y nos regresamos tomados de la mano. Sin embargo, toda esa magia se va a la misma mierda cuando aparece una chica al frente de nosotros. Tu cabeza gira noventa grados, sonríes y tu mirada va directo a la parte más abultada en ella. El ritual termina con una de las siguientes frases: "Amor, ¿has visto ese rabo?" "Esa huevona no tiene tetas","Mírale las piernas". Es en ese preciso momento en que me pregunto qué rayos pasó en tus neuronas para decirme eso: ¿Soy una pata más? ¿Me has visto la cara de cobrador de combi? Definitivamente no me importa el tamaño de cada teta, ni cuánto mide el trasero de aquella señorita que acaba de pasar. Sería más fácil si respiraras unos diez segundos y te callaras . Entiendo que eres hombre y que eres más visual que yo pero eso no te da derecho a vomitar asquerosidades  al frente mio. El problema no eres solo tú sino además de eso tus queridos amigos.

Un día estábamos en la oficina y mirábamos a una chica en el Facebook. Te la enseñé porque todos mis amigos de la universidad se morían por ella. Rubia, ojos claros, buen cuerpo y mirada angelical eran sus atributos por las que cualquier hombre se moriría por ella ( tengo testimonios). Mi jefe paso a nuestro lado, miró de reojo y vociferó: “ A esta le puedes hacer carretilla”. Lamentablemente, una llamada telefónica interrumpió las groserías que le iba a lanzar a mi querido jefe y que iban a ser las rezones por las que pierda el trabajo. Respiré profunamente luego de cortar el teléfono y sonreí.

Quizás uno de los códigos de amistad masculinos es hacerse barra el uno al otro:  “A esta sí la revientas”, se dicen. Sin embargo a nosotras nos da igual qué le harán, cómo la cogeran o cuantos orgasmos ocasionarán. No nos importa que hablen, nos importa que actuen. Hablen menos toquen más. Detrás de una sonrisa coqueta de una mujer a las ocho de la mañana hay un buen hombre que le hizo un sexo oral a las tres de la mañana (Gracias, amor). Detrás de un buen humor femenino hay un novio que nos espera en la casa ( Allí voy). 

martes, 7 de mayo de 2013

La pose del goloso



El dueño de nuestro bar de siempre se acercó para saludarnos. Francesca pidió una cerveza, casi levantando la mano para ordenar, como si estuviera en un salón de clases donde el que responde primero se lleva un chocolate. Yo, discretamente, hice mi orden, una taza de anís, por favor, y ni se te ocurra ponerme un sobre filtrante, hagan el servicio de preservar el misterio de la infusión entre tú y tu gente, le dije al dueño.

-¿Me estás bromeando, Dante? ¿Vas a tomar anís? ¡Le haces un daño a la reputación de mi local!

-Este... Tengo acidez e indigestión. El médico dice que no tome siquiera un trago virgen. Pero, no te preocupes, la semana que viene volveré a consumir el licor que ofreces.

Era la segunda vez que me pasaba aquello. Quedar indigesto en medio de la semana y luego pasar mis weekends con abstinencia. En la primera, no supe nunca qué me cayó mal. La última, fue por glotonería. Cierto día retozaba con France y un sorbo de cerveza activó mis intestinos, los resintió hasta hinchar mi panza a escala de cuatromesino. Ese día había almorzado hamburguesa con extra queso y más tarde se me antojó un lomo saltado. Quizá la culpa también la tuviera la pizza del día anterior.

France nunca se indigesta. Su estómago aguanta comida chatarra de toda casta. Recientemente hay una polémica porque quieren devolverle a las 'Tías Veneno' y FastFoods el derecho a publicitar. A nosotros nos da igual, porque ya nos lavaron el cerebro.

Tanto France como yo somos parte de esa generación que creció con la cajita feliz, que pensaba que ir al KFC de la Plaza San Martín era un prodigio. Vania, amiga de France y que también trabajó  con nosotros ordenaba pizzas en la oficina, hamburguesas también. Cada vez que colgaba el teléfono luego de su pedido, tomaba el tiempo. Deseaba con anhelo que el deliverer se pasara de los treinta minutos. Quería tragar gratis. Yo, que rara vez pedía y tenía flojera para salir a comer, me animé a pedir un día pizza. Llegaron a los 45 minutos. La segunda vez que pedí el repartidor se demoró apenas tres minutos. Para colmo se excusó diciendo que el ascensor se había rebelado.

-¡Fue el ascensor pues. Yo llegué al edificio a la hora!

-No me importa. A todo esto... ¿Te descuentan por ser tardón?

-Naaa. No pasa nada.

-Ya pues, entonces no chilles. Anda nomás.

Vania se ponía picona. Ella que era la caserita, jamás tenía la suerte de no pagar su comida. 

Lo peor de lo peor es que la indigestión te venga en un hotel, como me pasó a mí.

-¿Ya no va a ver repetición? -dijo France dolida.

-No... No sé... ¿Probamos contigo encima?

-¡Ay, no! ¡Mejor no! ¡Me sentiría como que estoy inflando una llanta!

France nunca se indigesta. Pero sufre de cólicos menstruales cada mes y además de pastillas, tiene una postura para que le pase el dolor. Se llama 'La posición piedra'. Su madre se la trasmitió  y a esta, la abuela de mi amada. Quizá hay posición papel, como también una llamada tijera, pero la que compete aliviar el dolor de los cólicos es la 'piedra'.

La ensayé en la cama. France parecía enseñarme alguna postura de yoga mientras yo me sentía como un chanchito apretujado.

La milenaria posición no funcionó. France jura que es efectiva con ella, con su madre, con su abuela. Dijo incluso que Santa Rosa lo hizo primero, aunque a ella le gustara el dolor físico, así que esa leyenda no gozaba de veracidad.

Salimos del lugar. No más sexo por esa noche. Al salir, y esperar el ascensor, vimos algo inédito: ¡Un repartidor de pizza tocaba la puerta de una habitación!

-Ya sabemos para la próxima que hacen delivery hasta acá -dijo France.

-¡Ni de broma!.... Maldito ascensor. Que se apure, no quiero subirme con el repartidor viéndonos y alucinándonos.

Dante

jueves, 2 de mayo de 2013

Radar perruno




Soy mujer y también tengo esa malicia-egoísmo que sólo nosotras reconocemos a más de diez metros de distancia. Conozco esos disfraces femeninos llenos de inocencia que sólo permiten engañar a una especie: el hombre. No sé si es ingenuidad, idiotez o simplemente “hacerse el huevón” pero ellos son incapaces de darse cuenta de que aquellas inofensivas amigas, conocidas o madres teresas a las que tanto defienden, son nada más y nada menos que zorras. Señoritas a las que conocemos de pies a cabeza y que se olvidan que una también fue soltera, también vivió y también utilizó esos mismos artificios.
Una noche de un viernes asistimos al cumpleaños de una amiga muy querida en Gótica. Tú con saco y camisa y yo con un mini vestido fuimos dispuestos a conquistar la pista de baile. Nos acercamos al grupo y para mi sorpresa todas eran mujeres con el mismo mini vestidos y varios tragos encima. “Huevonaaaaaaa, ¿qué, es tu flacoooo?”, preguntaban mis amigas y las amigas de mis amigas balanceando sus tetas sobre tu cara. Sí, asentía yo con un poco de incomodidad. Después de bailar unas cuantas canciones, los tacos número 20 que me había puesto comenzaban a pasarme factura y se me ocurrió la gran idea de sentarnos en el box. 
“Amor, mejor aquí no”, me dijiste con voz temblorosa mientras mirabas a Gina, amiga de la cumpleañera,  con el vestido desencajado y con los brazos abiertos dispuesta a abrazarte. Mi inocencia y todo el ron que me tomé me llevó a pensar que no iba a suceder nada. Nos sentamos en los grandes sillones y comencé a sentir tus manos más frías de lo normal. "¿Qué pasa?", pregunté. "Nada", respondiste. Gina se paró entre tus piernas a darte una clase de sexy dance motivada por varios vasos de vodka. Te agarré del brazo y nos fuimos. ¿Tan zorra puede llegar a ser una mujer? Sí, era la respuesta.
Pero no todo es tan transparente en esta vida. Hay también las que se hacen las tranquilitas, también llamadas “mosquitas muertas”, aquellas inocentes que quieren que el príncipe las rescaten de las garras del monstruo. La historia sería linda si es que el príncipe no fueras tú.
Era una tarde de verano. Tus piernas y las mias se entrelazaban y tus manos poco a poco se dirigían hacia mi brasier. Me solté el cabello me puse encima de tuyo y de pronto sonó tu celular. “Hola Carla, como andas” , dijiste con la voz agitada y con una sonrisa. “Pucha en verdad estoy muy mal del estómago y solo quería caminar contigo en un parque”, dijo tu amiguita Carla con esa voz quebrantada al otro lado de teléfono. Me acosté a un lado. Titubeaste y dijiste que no. Colgaste y hasta que me contaste lo sucedido seguías pensando que quizás podías quitarle el malestar con el gran paseo por el parque o con tus bromas.
-Eso aquí y en la China se llama manipulación femenina, amor.
-France, solo estaba enferma y me llamó. 
Mi única explicación ante tal idiotez es que o ella era tan inocente de creer que tenías poderes de un Ciruelax o tal vez las neuronas de su cerebro le indicaban que tú hacías imposición de manos. ¿Le duele la pancita? ¿Y qué pretende? ¿Que mi novio le huela los pedos? La figura de “amiga” esta señorita definitivamente no la tenía clara.

Hay otras en cambio que la tiene clarísima: buscar al chico en cuestión a cómo de lugar. Todo aparato tecnólogico, dígase blackberry, iphone,web cam son herramientas recurrentes para cumplir su objetivo: acosarlo y encima, con bastante sangre en la cara, reclamar.

Era un sábado y habíamos quedado en encontrarnos en un café que a los dos nos gusta. Después de esperar varios minutos, hecho normal por su conocida impuntualidad, llegaste. Algo inseguro, sudoroso, impaciente.

-Amor, ¿cómo estás?

-Bien, todo bien- decías mientras te agarraba los dedos de las manos.

Tomamos varias cervezas que una señorita muy amable nos ofreció hasta que llegó el momento de la verdad. Si Beto Ortiz te hubiera citado a su ex programa 'El Valor de la Verdad', probablemente hubiera tenido más ráting que sus últimos entrevistados. En un lado yo, la enamorada acusadora y con mirada desafiante. Por otro tú,  inseguro pero dispuesto a confesarlo todo.

-¿Dónde has estado?

-La verdad es que no te iba a contar pero… salí con Ana.

-¿Con esa amiga tuya que te llama, escribe y por poco se desnuda para llamar tu atención?

-Amor, ya vez no te pongas así, ella es buena sino que me dijo para vernos un rato y ya salimos.

La velocidad con que tomaba mi cerveza aumentaba cada vez más junto con la cólera. Seguía escuchando el relato:

-Fuimos a un bar en Barranco y le dije que tenía que irme porque nos ibamos a ver.  Anita (la huerfanita) me dijo que te llame para que nos alcances y le dije que no. Tú eres mi enamorada y sabía el problema que ibas a hacer. ( Y sí que lo sabía perfectamente). Nada, me dijo que por qué la escondía.

Ante tanta conchudez además de tomar cerveza grité en pleno café: Y ¿quién mierda es ella? ¿Qué se cree tu flaca? ¿Tu amante?

-Amor, ella es buena incluso quiere tener una empresa conmigo.

Tanta ingenuidad solo me llevo a una solución. Explicarle frente a frente los artificios femininos. Expliqué la mentalidad femenina, que funciona casi como un tablero de ajedrez. “Nadie mi amor, nadie que sea tu pata te baila frente a tu enamorada entre tus piernas. Ninguna hermana del alma te llama porque le duele la barriga o la punta de la teta. Nunca tu sister se coloca dentro de tus prioridades pisoteando a tu enamorada”. Yo detecto a toditas las zorras, todititas. La que no las detecta que tire la primera piedra.

Francesca