jueves, 30 de mayo de 2013

Crónica de un perro que seguía a las damas con el periodo



Una noche en la que el calor todavía estaba presente y los abrigos no se habían desempolvado, France me acompañó a buscar ropa nueva, en el Jockey Plaza, pues yo ya buscaba trajes, preparándome para el cambio de estación, porque soy friolento, y no tanto un comprador compulsivo. Suelo pedirle a France que se convierta en mi guía, pues confío en su ojo, aunque ella rara vez me pide que la escolte al shopping center, de lo cual estoy eternamente agradecido, pues rara vez un hombre se alegra de servir de cargador de prendas, y esperar a que su pareja se pruebe decenas de cosas para luego sólo escoger una.

Al llegar al referido centro comercial, un perro de la calle que vagaba por allí, nos quedó mirando con cara de querer que lo adoptemos. Seguí caminando, hasta que France me jaló la manga de la camisa y me dijo: "Ese perrito nos está siguiendo". No le hice caso, hasta que luego de una larga caminata, el perro nos seguía al costado. Nos detuvimos y el perro hizo lo mismo. Nos movimos un lado y él también. Quisimos esquivarlo y él imitaba nuestros movimientos.

-¿Qué carajos le pasa a este? -dije.

-Estoy con la regla. Por eso me sigue -dijo France.

-¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeé? -no entendí.

-Siiiiií. Me pasa varias veces, con el perro de La Chili, con el de Cris.

Para mí era una novedad que los perros pudieran hacer eso. En internet no hallé mucha información al respecto. Se dice que los canes están pendientes a los cambios de nuestro cuerpo, pero no cualquier can, sino una mascota. Cuando una mujer está embarazada, se vuelven más protectores. Incluso, yo, cuando he estado triste, he tenido a mi perro debajo de mi cama y si alguien se me acercaba aunque fuera para saludarme, él enseñaba los dientes. France explicó que está certificado que la regla hace que la mujer tenga ganas de sexo, y que el perro huele la sangre, las hormonas humanas, como olfatearía a una canina en celo.

Temí entonces que el perro no contento con seguirnos, se trepara a France o usara su pierna para masturbarse. Corrimos hacia las escaleras eléctricas y al fin nos libramos de él. Desde arriba, veíamos al perro con cara de pena.

-Míralo, está triste.

-Ni lo invoques -dije yo.

Para qué habló. El perro, como si hubiera leído los labios de France, como si hubiera olisqueado su sensibilidad menstrual convertida en lástima hacia la raza perruna, cosa bien rara, porque France le tiene fobia a los perros, porque de niña uno le mordió -quizá en su primer día de regla-, ese perro nos siguió desde las escaleras normales, lastimosamente al lado de las eléctricas. (Señores del Jockey, hay que corregir esa arquitectura. Que las clásicas y las eléctricas sean paralelas está mal. Puede ocasionar hasta tiroteos y persecuciones policiales como se pueden apreciar en 'Los Miserables' o en 'Carlitos Way', en serio). Así es. El hijo de perra. Subió las las escaleras a la par.

Huimos otra vez. Cruzamos una pista velozmente, una que está justo antes de la entrada al centro comercial. El perro (de la calle pues), sorteó los carros y nos siguió. Divisé una rotonda y le dimos la vuelta entera para que nuestro acosador se despistara, que encontrara en el camino a otra mujer de humor más fuerte. Nada. la gente miraba al perrito, le decían que bonito y pensaba que eran nuestro. Sus ojos decían: "Mira, qué linda esa pareja que ha adoptado a ese chusco, qué lindos, y para colmo, lo traen a comprar". Sí, hasta para pensar e imaginar son racistas.

Volvimos a salir. Hallamos a un tipo de seguridad, de esos que no hacen nada y sólo tienen en su mano un nextel tamaño ladrillo. Un radio de esas. Porque los de seguridad no pueden usar blackberry, su celular tiene que dar miedo. Y tanto es así, que cuando a vigilar a Lady Gaga en la casa donde se había alojado en Lima, el celular de un tombo timbró, y él había escogido una canción de Rihanna, y los fans de Lady Gaga se rieron en su cara, pero esa es otra historia.

-¿Qué sucede jóvenes? -dijo el guardian.

-Nos persiguen.

-Quédense a mi lado. Código F3, ¿me copian?

-Señor, es un perro -dijo France.

-¿Perdón?

-Un perro. Es un perro, nuestro stalker es un perro -dijo France.

-Ya pues chicos, déjense de vainas. ¿Donde está ese perro? Quizá está buscando a su dueño.

El vigilante se lo llevó. Y pudimos ser libres. La gente nos miraba como delincuentes. Había discriminado a un perro chusco que sólo quería amor, un hogar, un mimo.

D.

Perrito tratando de robarse un zapato Lal@L033 que Francesca esperaba con ansias. Luego los mandó cambiar asegurando que olían a perra

P.S. Para esta historia no se pudieron mantener en reserva los nombres de los involucrados.

Horas depués, yo Dante, prometí no salir nunca más cuando Francesca tuviera la regla. Una promesa sin efecto claro está.

Tres meses después, France le sigue temiendo a los perros. Piensa contarle de esta fobia a su terapista, pues incluso antes de estar conmigo le desagradaban los novios 'perros', es decir, lo que se pegan más que un chicle. Hace poco descubrió que a su amiga Noelia, le dicen 'Siberiana'. Porque nadie sabe si es loba o perra.


martes, 28 de mayo de 2013

Días R








Son esos días en que todo me molesta: si me dijiste chau en lugar de adiós, si me mandaste un beso en lugar de tres, si te reíste de mi susceptibilidad. Los días de regla, aquellos en que la naturaleza me afirma en que no estoy embarazada y que sí comienzan unos días de mierda.
Apenas abro los ojos siento un dolor insoportable en mis ovarios.  Tomo una pastilla, esas que por lo menos me calman el dolor, me baño y trato de buscar alguna blusa ancha que no me aprete la barriga y no me salga un rollo. Lo último que me faltaría es que me vea como una obesa.
Pongo mi mejor cara en la oficina pero no puedo evitar mi molestia de escribir sobre moda, mi mirada asesina hacia cualquier inocente que cruza la puerta y mi odio al teclado. Las canciones de Laura Pausini acompañan mi jornada laboral,  no sé por qué las escucho y quiero llorar, en lugar de eso prefiero comer una torta de chocolate o que sé yo algo de comer. No me importa que luego no me quede mi vestido, no me importa engordar unos 3 kilos mato por un chocolate, una hamburguesa del bembos y la pizza. Sueño con ellos y mato por comerlos. Mis hormonas han provocado que  tenga la susceptibilidad a flor de piel comienzas a hacer una clásica broma: “me voy a ir con unas flaquitas”, “esa chica quiere conmigo”. Siento que huelo mal, que estoy hinchada, que soy horrorosa y tu, sin querer, dices esas frases que lo único que provocan son destruir mi seguridad en mi misma o peor aún lo que quedaba de ello. Me resiento y prefiero no hablarte, solo tengo ganas de llorar de nuevo. Del llanto viene la rabia o muchas veces locura.
-¿Por qué no respondes?
-France, estaba trabajando.
-¿Ya no me quieres no? ¿Te llego al pincho? Claro, pero si fuera una de tus amiguitas bien que responderías al segundo.
-Qué te pasa, ¿estás loca?
-¿Por qué me hablas asi?
-Ya no es lo mismo no me quieres.
-Francesa basta por dios.
-No me hables. Adiós.
 Sí estoy loca, todas las mujeres tenemos tres o cuatro días en que andamos locas. Ser mujer no es nada fácil, si bien no nos levantamos con una erección tenemos que aguantar unos cólicos que parecen puñetes en nuestros ovarios, hinchazón, mal humor, vulnerabilidad. Todo en uno. Lo soportamos cada mes, desde los catorce años y se convierte en parte de ser mujer. Sé que me pongo insportable lo único que te pido querido Dante es que ignores mi mal humor y solo me abraces.

viernes, 24 de mayo de 2013

Manías mías



El frío ya llegó y el abrigo no es suficiente. Ayer me prestaste tu chalina, muy tejida, llena de tu aroma, gesto tuyo al verme tiritando. Pronto me pondré unos guantes, como hace meses atrás, el año pasado, cuando aún llegaba la primavera e íbamos a los bares abrigados -yo al menos- y se me antojaba tomar cerveza con guantes, aunque después me los quitara por incómodos, porque el vaso se me escapaba, porque quizá para beberla también hay que sentir helada la mano. Siempre me da mucho frío, mucho frío. Quizá porque soy flacuchento. Lo digo porque hoy mientras leía a Javier Marías en el carro, una monumental señora me pidió por favor abrir la ventana, como si hiciera una calor agobiante, cuando quizá era su calor corporal, ella quizá era un sauna. Yo tengo frío. Disculpa si en la calle no te abrazo, porque quiero calentar mis manos en los bolsillos.

Soy hipocondriaco. Anteayer el tarado de Charlie esparció escarcha por toda la oficina, como si fuera confeti. Fue una estupidez, pero lo pero fue que me dijeras que la escarcha era vidrio ultra molido. "Eso fue lo que me dijeron cuando era chibola", dijiste toda inocente. La historia no podía ser cierta. Mi madre había trabajado toda su vida con escarcha y, créeme, si la extremista de mi madre no tiene miedo que la escarcha le caiga al ojo, es porque no es peligroso por nada del mundo. Lo peor es que querías sexo sucio y, retorciste mi mente, y te veía escarchada en varias regiones, en la mejilla, en la nariz, en el cuello, en el cabello. Tuve miedo rozar por allí, pasar por accidente, posar mis labios, mi lengua.

Antes de ante anteayer, quizá mucho antes de ese antes, me descargué el último disco de Daft Punk. No sé hasta cuándo me duré eso de oír una y otra vez todos los tracks de ese disco al que ya le agarré camote y lo he puesto entre mis favoritos. Sé que te estoy torturando oyendo a cada rato la número tres 'Giorgio by Moroder', pero qué bueno que te rías cuando ese viejo diga en la canción: My name is Giovanni Giorgio, but everybody calls me Giorgio. Tanto te ha 'gustado' que ya hasta quieres hacer una coreografía con esa canción. No sé hasta cuándo dure este encamotamiento. Si quieres, anda buscándome un nuevo disco para que me distraiga.

Por favor, cuando me veas comiéndome las uñas, pégame. Mándame una cachetada.

No lo hagas cuando leo, eso sí. El día es corto, tenemos trabajo y para colmo tenemos que postear en 'Juntos pero...'. Si te acompaño a almorzar (Te acompaño, porque tú vas a restaurantes; yo traigo mi comida) y llevo mi libro, no es que no quiera hablar contigo. Es uno de los pocos espacios que tengo para leer, uno de los pocos momentos. No me pidas más tiempo del que ya te doy. Es un librito, no te hace daño.

Quieres que te lleve al 'Play Land Park'. Me pasaste un artículo donde se decía que el parque de diversiones abría sus puertas en Lima. "¿No estás emocionado como yo?", preguntaste. No pues, un momentito amor, somos pareja, no nos hemos mimetizado. Iré, pero te digo, nunca me subí a un juego de esos. De chico les tenía fobia y hasta me daban ataques de pánico verlos de cerca, de lejos. Me alteraba el crujido tornillero, los gritos desmedidos de los tipos que se subían al Tagadá, o como se llame, me angustiaba la euforia de los pasajeros de la montaña rusa. Tuve miedo, vamos a ver cómo me va a ahora.

Al fin y cabo, son solo manías.

Dante

martes, 21 de mayo de 2013

Tengo ganas





Mi novio estaba desnudo, me tocaba los senos y poco a poco me iba excitando cada vez más. Estaba mojada y solo quería que me penetre. Me levanté. Estaba mojada y sola, tristemente sola, en mi cama un lunes cualquiera. Me bañé con agua helada a ver si con eso se me bajaba la calentura y nada. Estaba arrecha, totalmente arrecha.

Todo el camino al trabajo pensé en las travesuras que haríamos: sexo en una discoteca, tocamientos en un parque muy oscuro y cochinadas en un hotel muy lujoso. La sonrisa era evidente.

-Amor, ¿que vas hacer hoy día? -dije mirándolo con lujuria, como bocadito en un bouffet.

-France, ¿No habíamos quedado en ver películas?

No sé si Tarantino se hubiera molestado si atrasáramos en ver su película unas cuantas horas o si pasar la película para otro día hubiera sido un atentado contra su intelecto.  La loca sexual era yo y el hecho de que el pensara en cómo está el dólar o cuánto durará el frío en Lima me volvía histérica. Solo me quedó gritar:

-¡No te das cuenta que quiero hacerte el amor!

-Amor... Mañana. Como quedamos. 

Mi cara de rabia, era total. Le había dicho a mi enamorado para ir al telo y me había respondido con la misma cara de aburrimiento como si le hubiera insistido para ir a un velorio.

Algo estaba pasando o yo me estaba convirtiendo en una ninfómana o efectivamente éramos una pareja de enamorados que estaba atravesando por tiempos de calma. Y sí me encanta y disfruto ver a Dante hacer las cosas más rutinarias pero me vuelve loca cuando de un momento a otro me saca del día a día con una propuesta candente.

Mañana no te escapas, así Tarantino y todos los genios del cine vengan a Lima.

France

jueves, 16 de mayo de 2013

¡Madre!

Lindsay Lohan amando a su madre más de la cuenta

Uno

El sol iluminaba la cocina donde ambos usábamos delantal. Se nos veía geniales y poco nos faltaba para colorearnos las caras con cremas, como en las películas edulcorantes de parejas felices. 

-Ma', ¿me pasas los huevos? -te dije.

Me los pasaste... Pasé saliva por la garganta. te había dicho 'Ma' y tú ni cuenta te habías dado. Yo también hice cómo si no te hubiera llamado así y continuamos cocinando. Mientras comíamos nuestras tortillas y veíamos televisión, me preguntaba temeroso si con el tiempo te estaba viendo como una mini me de mi madre, maldecía, pues eso significaba que Freud, Marco y el príncipe William tenían razón, que buscamos de pareja a alguien que se se parezca a nuestra madre. Me sentí Edipo.

Y es que lo cierto es que yo jamás he querido que mi novia se parezca a mi madre. Y no lo digo porque mi madre tenga actitudes negativas, sino porque creo que suficiente con una madre, pues con dos la vida sería imposible. Mi madre se jacta de aquella máxima que dice 'Madre, hay una sola', y ella cree que se refiere a que una mamá es irremplazable, pero lo que todavía no se ha enterado que la máxima dice en realidad 'Madre, debe haber solo una'. Y eso pese a que no me opondría a que mis viejitas fueran Ellen DeGeneres y Portia de Rossi, pero quién sabe si soportaría a dos Ellen. El punto es, quiero a mi vieja, pero no quiero su clonación. Ni mucho menos que tú, Francesca, reencarnes en ella o viceversa.

Dos

Terminamos de hacer el amor, y te pedí que me pases en cenicero. Esta vez, pronuncié bien tu nombre, con convicción. Pues si se me escapaba un 'Mami' en la cama, podría sonar catastrófico. Es más, evite decir amor, para respetar tu bautizo, para que sepas que contigo no hay motes cariñosos que puedan suprimir tu nombre. No hay 'cosita'. Quizá sea culpa de mi madre, quien una vez me dijo que las mujeres dicen 'Amor', 'Cuchicuchi', 'Babé' u otros para no confundirse de nombre. Según mi madre, una mujer puede perder la noción del tiempo y el espacio y confundir el idilio presente, con uno del pasado (o del futuro) y para evitar el roche de cambiarle de nombre a la pareja que ocupa el presente temporal, es necesario ponerle una etiqueta con el que se llamara a cualquier otro novio, y así evitar caos en el tiempo-espacio.

-France, ¿me pasas el cenicero? -te dije entonces con buenos modales.

-¿Me decías, madre? -dijiste tú. Pensando que tu vieja te había fornicado y que ahora te pedía un cenicero.

-¿Me dijiste madre?

-Este... Perdón... Me equivoqué. Mira, no seas fresco, le otro día me dijiste 'Maaaaaaa' y no te dije nada.

-Era muy diferente. No habíamos terminado de hacer el amor. O sea... Esto está bien bizarro.

-Ma... digo, Dante... Mi vieja a veces entra a mi cuarto y se pone a ver televisor conmigo. A veces fumamos las dos juntas.

-Bueno, ya. Lo dejaré como que estás acostumbrada a tener a tu madre en la cama más que a mí.

Suelo darle vueltas a las cosas. Alargo mucho mis pensamientos. Pero ese es uno de los primeros que castré para no volverme loco.

Dante


jueves, 9 de mayo de 2013

¡Macho men!





Trabajamos veinticinco horas al día. Todo es tan mágico y perfecto cuando caminamos por el parque a la hora de almuerzo y nos regresamos tomados de la mano. Sin embargo, toda esa magia se va a la misma mierda cuando aparece una chica al frente de nosotros. Tu cabeza gira noventa grados, sonríes y tu mirada va directo a la parte más abultada en ella. El ritual termina con una de las siguientes frases: "Amor, ¿has visto ese rabo?" "Esa huevona no tiene tetas","Mírale las piernas". Es en ese preciso momento en que me pregunto qué rayos pasó en tus neuronas para decirme eso: ¿Soy una pata más? ¿Me has visto la cara de cobrador de combi? Definitivamente no me importa el tamaño de cada teta, ni cuánto mide el trasero de aquella señorita que acaba de pasar. Sería más fácil si respiraras unos diez segundos y te callaras . Entiendo que eres hombre y que eres más visual que yo pero eso no te da derecho a vomitar asquerosidades  al frente mio. El problema no eres solo tú sino además de eso tus queridos amigos.

Un día estábamos en la oficina y mirábamos a una chica en el Facebook. Te la enseñé porque todos mis amigos de la universidad se morían por ella. Rubia, ojos claros, buen cuerpo y mirada angelical eran sus atributos por las que cualquier hombre se moriría por ella ( tengo testimonios). Mi jefe paso a nuestro lado, miró de reojo y vociferó: “ A esta le puedes hacer carretilla”. Lamentablemente, una llamada telefónica interrumpió las groserías que le iba a lanzar a mi querido jefe y que iban a ser las rezones por las que pierda el trabajo. Respiré profunamente luego de cortar el teléfono y sonreí.

Quizás uno de los códigos de amistad masculinos es hacerse barra el uno al otro:  “A esta sí la revientas”, se dicen. Sin embargo a nosotras nos da igual qué le harán, cómo la cogeran o cuantos orgasmos ocasionarán. No nos importa que hablen, nos importa que actuen. Hablen menos toquen más. Detrás de una sonrisa coqueta de una mujer a las ocho de la mañana hay un buen hombre que le hizo un sexo oral a las tres de la mañana (Gracias, amor). Detrás de un buen humor femenino hay un novio que nos espera en la casa ( Allí voy). 

martes, 7 de mayo de 2013

La pose del goloso



El dueño de nuestro bar de siempre se acercó para saludarnos. Francesca pidió una cerveza, casi levantando la mano para ordenar, como si estuviera en un salón de clases donde el que responde primero se lleva un chocolate. Yo, discretamente, hice mi orden, una taza de anís, por favor, y ni se te ocurra ponerme un sobre filtrante, hagan el servicio de preservar el misterio de la infusión entre tú y tu gente, le dije al dueño.

-¿Me estás bromeando, Dante? ¿Vas a tomar anís? ¡Le haces un daño a la reputación de mi local!

-Este... Tengo acidez e indigestión. El médico dice que no tome siquiera un trago virgen. Pero, no te preocupes, la semana que viene volveré a consumir el licor que ofreces.

Era la segunda vez que me pasaba aquello. Quedar indigesto en medio de la semana y luego pasar mis weekends con abstinencia. En la primera, no supe nunca qué me cayó mal. La última, fue por glotonería. Cierto día retozaba con France y un sorbo de cerveza activó mis intestinos, los resintió hasta hinchar mi panza a escala de cuatromesino. Ese día había almorzado hamburguesa con extra queso y más tarde se me antojó un lomo saltado. Quizá la culpa también la tuviera la pizza del día anterior.

France nunca se indigesta. Su estómago aguanta comida chatarra de toda casta. Recientemente hay una polémica porque quieren devolverle a las 'Tías Veneno' y FastFoods el derecho a publicitar. A nosotros nos da igual, porque ya nos lavaron el cerebro.

Tanto France como yo somos parte de esa generación que creció con la cajita feliz, que pensaba que ir al KFC de la Plaza San Martín era un prodigio. Vania, amiga de France y que también trabajó  con nosotros ordenaba pizzas en la oficina, hamburguesas también. Cada vez que colgaba el teléfono luego de su pedido, tomaba el tiempo. Deseaba con anhelo que el deliverer se pasara de los treinta minutos. Quería tragar gratis. Yo, que rara vez pedía y tenía flojera para salir a comer, me animé a pedir un día pizza. Llegaron a los 45 minutos. La segunda vez que pedí el repartidor se demoró apenas tres minutos. Para colmo se excusó diciendo que el ascensor se había rebelado.

-¡Fue el ascensor pues. Yo llegué al edificio a la hora!

-No me importa. A todo esto... ¿Te descuentan por ser tardón?

-Naaa. No pasa nada.

-Ya pues, entonces no chilles. Anda nomás.

Vania se ponía picona. Ella que era la caserita, jamás tenía la suerte de no pagar su comida. 

Lo peor de lo peor es que la indigestión te venga en un hotel, como me pasó a mí.

-¿Ya no va a ver repetición? -dijo France dolida.

-No... No sé... ¿Probamos contigo encima?

-¡Ay, no! ¡Mejor no! ¡Me sentiría como que estoy inflando una llanta!

France nunca se indigesta. Pero sufre de cólicos menstruales cada mes y además de pastillas, tiene una postura para que le pase el dolor. Se llama 'La posición piedra'. Su madre se la trasmitió  y a esta, la abuela de mi amada. Quizá hay posición papel, como también una llamada tijera, pero la que compete aliviar el dolor de los cólicos es la 'piedra'.

La ensayé en la cama. France parecía enseñarme alguna postura de yoga mientras yo me sentía como un chanchito apretujado.

La milenaria posición no funcionó. France jura que es efectiva con ella, con su madre, con su abuela. Dijo incluso que Santa Rosa lo hizo primero, aunque a ella le gustara el dolor físico, así que esa leyenda no gozaba de veracidad.

Salimos del lugar. No más sexo por esa noche. Al salir, y esperar el ascensor, vimos algo inédito: ¡Un repartidor de pizza tocaba la puerta de una habitación!

-Ya sabemos para la próxima que hacen delivery hasta acá -dijo France.

-¡Ni de broma!.... Maldito ascensor. Que se apure, no quiero subirme con el repartidor viéndonos y alucinándonos.

Dante

jueves, 2 de mayo de 2013

Radar perruno




Soy mujer y también tengo esa malicia-egoísmo que sólo nosotras reconocemos a más de diez metros de distancia. Conozco esos disfraces femeninos llenos de inocencia que sólo permiten engañar a una especie: el hombre. No sé si es ingenuidad, idiotez o simplemente “hacerse el huevón” pero ellos son incapaces de darse cuenta de que aquellas inofensivas amigas, conocidas o madres teresas a las que tanto defienden, son nada más y nada menos que zorras. Señoritas a las que conocemos de pies a cabeza y que se olvidan que una también fue soltera, también vivió y también utilizó esos mismos artificios.
Una noche de un viernes asistimos al cumpleaños de una amiga muy querida en Gótica. Tú con saco y camisa y yo con un mini vestido fuimos dispuestos a conquistar la pista de baile. Nos acercamos al grupo y para mi sorpresa todas eran mujeres con el mismo mini vestidos y varios tragos encima. “Huevonaaaaaaa, ¿qué, es tu flacoooo?”, preguntaban mis amigas y las amigas de mis amigas balanceando sus tetas sobre tu cara. Sí, asentía yo con un poco de incomodidad. Después de bailar unas cuantas canciones, los tacos número 20 que me había puesto comenzaban a pasarme factura y se me ocurrió la gran idea de sentarnos en el box. 
“Amor, mejor aquí no”, me dijiste con voz temblorosa mientras mirabas a Gina, amiga de la cumpleañera,  con el vestido desencajado y con los brazos abiertos dispuesta a abrazarte. Mi inocencia y todo el ron que me tomé me llevó a pensar que no iba a suceder nada. Nos sentamos en los grandes sillones y comencé a sentir tus manos más frías de lo normal. "¿Qué pasa?", pregunté. "Nada", respondiste. Gina se paró entre tus piernas a darte una clase de sexy dance motivada por varios vasos de vodka. Te agarré del brazo y nos fuimos. ¿Tan zorra puede llegar a ser una mujer? Sí, era la respuesta.
Pero no todo es tan transparente en esta vida. Hay también las que se hacen las tranquilitas, también llamadas “mosquitas muertas”, aquellas inocentes que quieren que el príncipe las rescaten de las garras del monstruo. La historia sería linda si es que el príncipe no fueras tú.
Era una tarde de verano. Tus piernas y las mias se entrelazaban y tus manos poco a poco se dirigían hacia mi brasier. Me solté el cabello me puse encima de tuyo y de pronto sonó tu celular. “Hola Carla, como andas” , dijiste con la voz agitada y con una sonrisa. “Pucha en verdad estoy muy mal del estómago y solo quería caminar contigo en un parque”, dijo tu amiguita Carla con esa voz quebrantada al otro lado de teléfono. Me acosté a un lado. Titubeaste y dijiste que no. Colgaste y hasta que me contaste lo sucedido seguías pensando que quizás podías quitarle el malestar con el gran paseo por el parque o con tus bromas.
-Eso aquí y en la China se llama manipulación femenina, amor.
-France, solo estaba enferma y me llamó. 
Mi única explicación ante tal idiotez es que o ella era tan inocente de creer que tenías poderes de un Ciruelax o tal vez las neuronas de su cerebro le indicaban que tú hacías imposición de manos. ¿Le duele la pancita? ¿Y qué pretende? ¿Que mi novio le huela los pedos? La figura de “amiga” esta señorita definitivamente no la tenía clara.

Hay otras en cambio que la tiene clarísima: buscar al chico en cuestión a cómo de lugar. Todo aparato tecnólogico, dígase blackberry, iphone,web cam son herramientas recurrentes para cumplir su objetivo: acosarlo y encima, con bastante sangre en la cara, reclamar.

Era un sábado y habíamos quedado en encontrarnos en un café que a los dos nos gusta. Después de esperar varios minutos, hecho normal por su conocida impuntualidad, llegaste. Algo inseguro, sudoroso, impaciente.

-Amor, ¿cómo estás?

-Bien, todo bien- decías mientras te agarraba los dedos de las manos.

Tomamos varias cervezas que una señorita muy amable nos ofreció hasta que llegó el momento de la verdad. Si Beto Ortiz te hubiera citado a su ex programa 'El Valor de la Verdad', probablemente hubiera tenido más ráting que sus últimos entrevistados. En un lado yo, la enamorada acusadora y con mirada desafiante. Por otro tú,  inseguro pero dispuesto a confesarlo todo.

-¿Dónde has estado?

-La verdad es que no te iba a contar pero… salí con Ana.

-¿Con esa amiga tuya que te llama, escribe y por poco se desnuda para llamar tu atención?

-Amor, ya vez no te pongas así, ella es buena sino que me dijo para vernos un rato y ya salimos.

La velocidad con que tomaba mi cerveza aumentaba cada vez más junto con la cólera. Seguía escuchando el relato:

-Fuimos a un bar en Barranco y le dije que tenía que irme porque nos ibamos a ver.  Anita (la huerfanita) me dijo que te llame para que nos alcances y le dije que no. Tú eres mi enamorada y sabía el problema que ibas a hacer. ( Y sí que lo sabía perfectamente). Nada, me dijo que por qué la escondía.

Ante tanta conchudez además de tomar cerveza grité en pleno café: Y ¿quién mierda es ella? ¿Qué se cree tu flaca? ¿Tu amante?

-Amor, ella es buena incluso quiere tener una empresa conmigo.

Tanta ingenuidad solo me llevo a una solución. Explicarle frente a frente los artificios femininos. Expliqué la mentalidad femenina, que funciona casi como un tablero de ajedrez. “Nadie mi amor, nadie que sea tu pata te baila frente a tu enamorada entre tus piernas. Ninguna hermana del alma te llama porque le duele la barriga o la punta de la teta. Nunca tu sister se coloca dentro de tus prioridades pisoteando a tu enamorada”. Yo detecto a toditas las zorras, todititas. La que no las detecta que tire la primera piedra.

Francesca