viernes, 26 de julio de 2013

El día en que casi muero por culpa de la nostalgia



¿En qué momento este blog se convirtió en un diario lleno de sentimentalismo? Son cosas qué escapan de las manos. Nuestra historia muchas veces se nos escapa de las manos, Francesca.

¿Te acuerdas cuando llegué de Brasil? Lima me parecía tan ajena. Me recibiste con un beso triunfal en la puerta del Cinerama-Pacífico. Pero estaba en otra. Algo me decía que debía haberme quedado en Sao Paulo. Tantas cosas habían pasado en Lima. Pero estabas tú, Francesca. La única razón por la que había vuelto. Ahora que escribo, te juro seriamente que pensé en quedarme allí y luego hacer que tomaras un vuelo y te vinieras conmigo.

Pero estaba en Lima. Una semana después te fuiste a Boston. Nos despedimos haciendo el amor dos días seguidos. Te dejé en tu casa. Fue la primera vez que volteaste a verme y te despediste. La mayoría de veces sólo seguías de frente, cerrabas la puerta, mientras caminabas moviendo tus caderas, esas que ni siquiera mueves tú cuando caminas. Te presté mi tablet para que estuvieéramos en contacto permanente.

Pero la comunicación electrónica no fue suficiente. Comprendí entonces lo que habías sufrido cuando tú estabas acá esperando mi regreso. Fui a beber. Quería sedarme. Ya con varios tragos, caminé hacia tu casa en plena madrugada. Tu casa. Hacía tiempo que no tocaba tu timbre porque tu madre me quiere tanto. Todos tus amigos me quieren tanto. Iba a cometer una estupidez. Llegaría a tu edificio, me sentaría en la banca de al frente, encendería un cigarro y de allí me iría a mi casa. Faltando media cuadra para llegar al parque, un taxi se estacionó al inicio de la vereda donde transitaba. Unos muchachos bajaron y parecía que vivían allí, que eran tus buenos vecinos. Pero se acercaron a mí e intentaron sujetarme. Nuestro jefe dice que él se hubiera quedado quieto y dejado que le roben. Yo creo que él nunca se ha enfrentado a ladrones y que cuando le han robado ha sido porque se ha quedado dormido y le han sustraído la billetera mientras ronca. Entonces forcejeé brevemente. Corrí un poco. Oí un disparo. Alcé las manos como rindiéndome. Los tipos sacaron mi celular del pantalón y se subieron al carro.

La borrachera se me había pasado. Debía de estar pálido, pero sentía fuego en el brazo. La casaca azul esa que habíamos ido a buscar a la tienda y que esperaba por mí, tenía un hueco cerca al hombro. La gente dice que al ver eso debería haberme desmayado. Pero no, quizá la adrenalina, me hizo correr hasta tú casa y tocar tu timbre para que mi suegra me auxiliara. Añoraba tocar tu timbre y lo hacía de la peor forma. Nadie me abrió. A un señor que pasaba por tu vereda le supliqué que me ayudara. Él me miró extrañado, quizá ninguna película le había ensañado que los heridos de bala pudieran transitar libremente por la calle. Pero me creyó al ver el agujero. Las ambulancias (sí, dos) y las patrullas (cinco) llegaron en segundos.

¿Qué es la vida? ¿Por qué fui a buscarte sabiendo que no estabas en tu casa y me encontré con la muerte? ¿Acaso debía alejarme de ti? ¿Quién soy? La ambulancia, el sonido. La calle. El suero. Sangre. Sangre. Sangre. Delincuencia. Casualidad. Momento inoportuno. Marca. Dios.

Desperté en la clínica. La bala había recorrido todo mi antebrazo y había salido por el codo. No sé como pueden decir que no fracturó ningún hueso, que no dañó ningún nervio central, si ahora casi recuperado, tocmo mi codo y siento la herida cerca al hueso. Alguien te quiere arriba, dicen. Que con dos centimetros más esa bala me caía en el corazón. Qué se yo.

Llegaste a Lima. Corriste a la clínica a verme. Toda mi familia estabaen mi cuarto y vieron nuestro emotivo encuentro. LLoramos en silencio. Tu cabello nos tapaba la cara y quizá lo úncio que se escuchó fue un leve lamento. Me cuidaste. Fuiste a visitarme todos los días que estuve hospitalizado. Me bañaste. me trajiste un libro de Boston. Al fin estabas conmigo.

¿Quién soy? Soy tuyo.

Dante

martes, 9 de julio de 2013

Amo ese aparato



Si es que hubiera nacido en los años 50 probablemente me hubiera vuelto loca. “ Tu eres de esa generación de la inmediatez”, me dijiste un día. Totalmente de acuerdo. Admito que cuando estamos lejos, a mil kilometros de distancia, me encuentro con la certeza que  los únicos medios para comunicarnos son el teléfono, Skype y Facebook. Los amo. Mi relación con los aparatos tecnológicos se fortaleció a medida que descubrí que con un mensaje tuyo me cambiaba el humor y cualquier tipo de mail producía una sonrisa imborrable las 24 horas del día. Ahora que viajaré, no dudo en llevarme todos los apartos tecológicos que pueda. “ Es la manera de sentirte más cerca”, te dije un día. Sí, lo es. Lo único que te pido que hagas cuando no esté es que mires mi pantalla de facechat  y me mandes esas caritas que odias y que a mi me enternecen.  Prometo joder (dícese molestrase, resentirse y decirte mi frase preferida: “aj chau”)  con el único objetivo de joder y de que no olvides que aunque este lejos lo voy a seguir haciendo ( AMOR SERRANO).  
P.D. Abrígate las manos, no veas el Dr. TV porque tu eres hipocondriaco e incrementas los síntomas de enfermedades. Trata de no comerte las uñas hasta que te crezcan amor, tápate hasta la nariz en tu cama que yo estaré a tu costado.  Deja de comer tanto chocolate sublime y mándame un mail cuando  me extrañes.

Espérame que ya vuelvo!
France