Son esos días en que todo me molesta: si me dijiste chau en lugar de adiós, si me mandaste un beso en lugar de tres, si te reíste de mi susceptibilidad. Los días de regla, aquellos en que la naturaleza me afirma en que no estoy embarazada y que sí comienzan unos días de mierda.
Apenas abro los
ojos siento un dolor insoportable en mis ovarios. Tomo una pastilla, esas que por lo menos me calman el dolor,
me baño y trato de buscar alguna blusa ancha que no me aprete la barriga y no
me salga un rollo. Lo último que me faltaría es que me vea como una obesa.
Pongo mi mejor
cara en la oficina pero no puedo evitar mi molestia de escribir sobre moda, mi
mirada asesina hacia cualquier inocente que cruza la puerta y mi odio al
teclado. Las canciones de Laura Pausini acompañan mi jornada laboral, no sé por qué las escucho y quiero
llorar, en lugar de eso prefiero comer una torta de chocolate o que sé yo algo
de comer. No me importa que luego no me quede mi vestido, no me importa
engordar unos 3 kilos mato por un chocolate, una hamburguesa del bembos y la
pizza. Sueño con ellos y mato por comerlos. Mis hormonas han provocado que tenga la susceptibilidad a flor de piel
comienzas a hacer una clásica broma: “me voy a ir con unas flaquitas”, “esa
chica quiere conmigo”. Siento que huelo mal, que estoy hinchada, que soy
horrorosa y tu, sin querer, dices esas frases que lo único que provocan son
destruir mi seguridad en mi misma o peor aún lo que quedaba de ello. Me
resiento y prefiero no hablarte, solo tengo ganas de llorar de nuevo. Del
llanto viene la rabia o muchas veces locura.
-¿Por qué no
respondes?
-France, estaba
trabajando.
-¿Ya no me
quieres no? ¿Te llego al pincho? Claro, pero si fuera una de tus amiguitas bien
que responderías al segundo.
-Qué te pasa, ¿estás
loca?
-¿Por qué me
hablas asi?
-Ya no es lo
mismo no me quieres.
-Francesa basta
por dios.
-No me hables.
Adiós.
Sí estoy loca, todas las mujeres tenemos
tres o cuatro días en que andamos locas. Ser mujer no es nada fácil, si bien no
nos levantamos con una erección tenemos que aguantar unos cólicos que parecen
puñetes en nuestros ovarios, hinchazón, mal humor, vulnerabilidad. Todo en uno.
Lo soportamos cada mes, desde los catorce años y se convierte en parte de ser
mujer. Sé que me pongo insportable lo único que te pido querido Dante es que
ignores mi mal humor y solo me abraces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario