Mi novio estaba desnudo, me tocaba los
senos y poco a poco me iba excitando cada vez más. Estaba mojada y solo quería que
me penetre. Me levanté. Estaba mojada y sola, tristemente sola, en mi cama un
lunes cualquiera. Me bañé con agua helada a ver si con eso se me bajaba la
calentura y nada. Estaba arrecha, totalmente arrecha.
Todo el camino al trabajo pensé en las
travesuras que haríamos: sexo en una discoteca, tocamientos en un parque muy
oscuro y cochinadas en un hotel muy lujoso. La sonrisa era evidente.
-Amor, ¿que vas hacer hoy día? -dije
mirándolo con lujuria, como bocadito en un bouffet.
-France, ¿No habíamos quedado en ver películas?
No sé si Tarantino se hubiera molestado
si atrasáramos en ver su película unas cuantas horas o si pasar la película
para otro día hubiera sido un atentado contra su intelecto. La loca sexual era yo y el hecho de que el pensara en cómo está
el dólar o cuánto durará el frío en Lima me volvía histérica. Solo me quedó
gritar:
-¡No te das cuenta que quiero hacerte el
amor!
-Amor... Mañana. Como quedamos.
Mi cara de rabia, era total. Le había
dicho a mi enamorado para ir al telo y me había respondido con la misma cara de
aburrimiento como si le hubiera
insistido para ir a un velorio.
Algo estaba pasando o yo me estaba
convirtiendo en una ninfómana o efectivamente éramos una pareja de enamorados que
estaba atravesando por tiempos de calma. Y sí me encanta y disfruto ver a
Dante hacer las cosas más rutinarias pero me vuelve loca cuando de un momento a
otro me saca del día a día con una propuesta candente.
Mañana no te escapas, así Tarantino y
todos los genios del cine vengan a Lima.
France
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